Ahora
entraba en la parte más agradable del trayecto, el verdadero paseo: una calle
larga, bordeada de árboles, con poco tráfico y amplias villas que dejaban venir
los jardines hasta las aceras, apenas demarcadas por setos bajos. Un poco distraído
por lo temprano en que se encontraba. Tal
vez su involuntario relajamiento haya ayudado mucho a Juanito Alimania, que desde la acera opuesta, sacó su pistola y sin preocupación le disparó un par de veces en la espalda. Los disparos le hicieron caer hecho un palo y aunque todos los vecinos hayan visto a ese asesinato, muchos comentan a respecto pero nadie delata a Juanito Alimania. Él sabe que que sabe que la gente le teme y que para que alguien le meta la mano tiene que ser
muy bravo. Sabe además que se le meten en el cárcel sale al otro día porque
un primo suyo está en la policía.
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