Sewell es una ciudad que está en el corazón de los Andes, en Chile, ciudad minera. Para allá que Rita fue, huyendo de todo su pasado. La gente creía que se había marchado porque su novio la engañaba, pero nada de eso, no era ese el motivo, ella ni se percataba de lo que hacía José. Quizás se fue para allá para que la nieve helada congelase el tiempo, su corazón, las horas, todo que la dejaba tan triste.
Llegando a la ciudad, que ahora solo es un sitio para donde van muchos turistas, luego fue recibida por Don Alejandro, que por suerte o azar era dueño del Quiebrahielo, un café con piernas muy discreto. En Chile son muy comunes los cafés con piernas, donde además de servir café, las niñas enseñan las piernas y una sonrisa. Hay también el minuto de confianza, donde enseñan algo más. Pero Don Alejandro solo quería que Rita fuera cajera. Pese que ella de plata no entendía mucho, aceptó el trabajo. A los 18 años, tendría su primer empleo.
Cuando no trabajaba en el café, iba de paseo por la ciudad, que contenía tanta historia en cada rincón que daba pena, daba nostalgia y algo que no se sabe el nombre, cosas que la mezcla de belleza y abandono causan en la gente solitaria. Así se pasaban los días con anocheceres y amaneceres helados, mientras los sueños tristes por la madrugada la acompañaban de forma fiel y constante. Los sueños de ser una actriz famosa, irse a otro país, teñir el pelo de rubio y hacer suceso en Argentina, todo eso ya sabia que era un sueño imposible para ella ahora. Pero como siempre, nada es por siempre. Fue en septiembre, semana de las fiestas patrias, donde todos están contentos y flama la bandera chilena, impecable en todas las casas. Fue en septiembre que todo cambió.
Cuando no trabajaba en el café, iba de paseo por la ciudad, que contenía tanta historia en cada rincón que daba pena, daba nostalgia y algo que no se sabe el nombre, cosas que la mezcla de belleza y abandono causan en la gente solitaria. Así se pasaban los días con anocheceres y amaneceres helados, mientras los sueños tristes por la madrugada la acompañaban de forma fiel y constante. Los sueños de ser una actriz famosa, irse a otro país, teñir el pelo de rubio y hacer suceso en Argentina, todo eso ya sabia que era un sueño imposible para ella ahora. Pero como siempre, nada es por siempre. Fue en septiembre, semana de las fiestas patrias, donde todos están contentos y flama la bandera chilena, impecable en todas las casas. Fue en septiembre que todo cambió.
Todos ya estaban avisados que los “Jaivas” iban hacer un show allá, sería un momento histórico para Sewell, en un territorio que un día fue de norteamericanos, iba tocar la banda más chilena de Chile. Las escaleras de la ciudad serian el gran anfiteatro, todo sería finamente limpio y preparado para el evento. Para completar el escenario Rita estaba por fin con una sonrisa en la cara, cosa que no era normal. Sus ojos tenian un brillo distinto.
En la noche que sería el show, no era necesaria su presencia en el Quiebrahielo, pues nadie iba ir al café esta noche. Entonces, sacó de una maleta llena de polvo un vestido color rojo, puso un chaleco blanco, con piel de verdad, para calentar el cuerpo, también una manito de gato en la cara: un color rojo en la boca, un contorno negro para aquellos ojos verdes. Se fue al show, miraba a los músicos como se cada uno fuera el galán que dejó roto su corazón, los miraba con amor. Cuando empezó la música que más le gustaba:
“Mira niñita te voy a llevar a ver la luna tocando en el mar...Mira hacia el cielo...”
La canción le trajo recuerdos, trajo de regreso unos días que fue feliz de verdad. Fue cuando sacó del bolsillo la carta que ya algunas semanas no tenía el valor de abrir. Fue bajando las escalares, mirando un poco la carta, un poco el cielo. Abrió el sobre con las insignias papales, supuso el contenido mil veces. Se preguntaba como y de que manera fue descubierta allá, después de tantos años, creía que ya nadie se acordaba de ella. Entonces, sus pensamientos volaron a los felices días del pasado.
Las manos heladas sostenian la carta. Mientras finalizaba su canción preferida, en un segundo, sus pies así como su alma, perdieron el rumbo cierto. Solo encontraron aquél cuerpo congelado y bello al amanecer, la carta en sus manos, sin leer, pero en la cara una sonrisa serena.
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Me encantó.
ResponderEliminarMe gustó mucho tu cuento, Mary. También me encantan los Jaivas. :-)
ResponderEliminarC: hermoso cuento por las sugerencias poéticas. Creaste un lugar mágico a través de las palabras. Y lo mejor que conservas el misterio, la carta sin abrir.
ResponderEliminarEl cafe con piernas, lugares tan particulares de Chile... gracias Mary por hacerme recordar cosas buenas de este país en tus textos. Te invito a hacer un cuento sobre La Piojera... jajjaja
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