martes, 4 de octubre de 2011

Sinfonía de recuerdos

Catalina flotaba en las aguas calientes del mar de su infancia. Llevaba su bañador morado de lunares blancos y miraba el cielo cuando despertó súbitamente a causa de una rajada de viento helado que abrió la ventana de su cuarto y llenó la cubierta oscura de pequeñitos flojos blancos. Llevó algunos instantes para vestir las pantuflas nuevas, cubrirse con el chal a punto que tejera cuando aún no le dolían los dedos flacos, y llegar hasta la ventana. El paisaje marrón, verde oscuro y gris empezaba a recibir delicados flojos de hielo que caían del cielo y parecían borrar el paisaje poco a poco. Como si su brillo fuera empanãndo. Luchó algunos segundos con las celosías hasta cerrarlas con los dedos durmientes.

Del piso superior se escuchaban gemidos, suspiros y rechinar de muelles. Malditos amantes! Por qué no lubrificaban su cama de la misma manera que lubrificaban sus cuerpos? Encendió la vieja radio y sintonizó en una música suave, alguna noturna de Chopin. Si por lo menos los vecinos hicieran un ruido agradable como ella y Paco hacían antes que ella se jubilara y se moviera para esa ciudad lejana... Paco y Catalina, sí, que bella sinfonía de amor! Estaría vivo aún? Tendría abandonado la esposa que detestaba? Sintió un miedo irracional al percibir que no recordaba su cara pero solamente el sonido de su voz... Su voz ronca y suave en su oído, enfática cuando hacia un discurso, tensa cuando intentó explicarle la sangre que traía en las manos. Sangre que fluyera caliente y viscosa del cuerpo de una chica muy pobre y joven que hacia pequeñitos servicios para la oficina de Paco. Catalina lo había sorprendido cuando fuera visitarlo en la oficina sin avisar, llena de pasión y añoranza. La puerta entreabierta le reveló su amante de muchos años asustado, intentando explicarse con las manos sucias, la abridora de cartas de hueso subiendo y desciendo junto a la respiración entrecortada de la joven tirada en el suelo, hasta que el brillo de sus ojos claros y azules desapareció y la abridora de cartas quedó-se inmóvil.

Tantos años después Catalina aún no podía llevar rojo. No podría pensar en encontrar a Paco. Detestaba la vecina de ojos azules. Y detestaba sobretodo la sinfonía de su recuerdos que resonaba mucho más alto que los gemidos de los vecinos o la música de la radio.

1 comentario:

  1. La tensión dramática del cuento está mezclada con una fuerte carga poética, atenta a los detalles (los lunares del bañador, los copos de nieve). La transición del personaje en su viaje a los recuerdos, del amor al horror también está muy bien construido.

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