En la oscuridad de esta habitación y con
tanto tiempo libre, lo que mas hago es rumiar. Eso si, cuando no estoy
brillando en el estopor del Valium, que a veces es imposible escupir sin que la
enfermera se dé cuenta. Por suerte, la domadora de elefantes esta dormida. No,
no es la enfermera, aunque se llevaría muy bien con la profesión citada. Es que
mi compañera de cuarto, esquizofrénica nivel máximo, cree que es domadora de
elefantes. Tiene un elefante rosa llamado Infante y se pasa la mayor parte de
las tardes enseñándolo a pararse de una sola pata. Susanita, pobre diablo.
¿Tenés tiempo para escuchar mi historia? No te
lo voy a ocupar demasiado. Es que me siento muy sola desde que no puedo hablar
con alguien que me entiende... ¿Como te llamas? Bueno, si, es más interesante
que charlemos sin presentarnos, quizás me entiendas mejor sin ningún
juzgamiento previo. Yo también me imagino a la personalidad de uno basada en su
nombre. ¿Hace mucho que estas por acá? Yo llegué hace una semana. O dos, no sé.
Con tu tamaño podrías pasar por debajo de la puerta del depósito y traerme
pastillas para dormir toda la eternidad. Podrías salvarme. Yo que pensé que la
necesidad de nutrir mi alma nunca se extinguiría, que eso me mantendría viva,
porque suicidarme seria cortar el chorro antes que llene la copa. Pero en mi
copa solo he vertido veneno y en vez de nutrirme, me destruí. ¿Me sacarías de
este tormento? Sentate (si te lo permite tu anatomía), que te voy a contar
porque estoy acá.
Me
enamoré. Demasiado. Eso es lo más peligroso que le puede pasar a una mujer.
Pensé que era demasiado inteligente para que sucediera conmigo, pero sucedió. Lo conocí en una noche “de película”: llovía
a cantaros y éramos muchos los que esperaban un taxi para volverse a casa. Un
poco aturdida por las copitas que tenia encima, y tal vez por eso, vi a un
hombre que por la cara parecía haber salido de algún romance gitano. Era alto y
bien formado de cuerpo, llevaba puesta una ropa sencilla, pero visiblemente
limpia y cuidada: Jeans clásicos y una camisa negra abotonada. Poco importaba
como andaba ataviado, porque su magnetismo emanaba desde esa mirada. Ojos negros
como una noche de invierno, adornados con las pestañas más pobladas que había
visto en mi vida. Una mirada de cinco
segundos fue lo suficiente para hacer con que el peso de mi existencia fuera
demasiado grande para que mis piernas pudieran sostenerlo. Se dio vuelta y le
hizo seña a un taxi, que obedeció como caballo adiestrado. Como si ya no
estuviera bastante hipnotizada, abrió la boca y emitió una voz que penetraba
por todos los sentidos y parecía desnudarte con solo oírla.
- ¿Lo
compartimos?
- ¿Que?
- El
taxi.
- -Aaah
si, si, si.
¡Estúpida!,
me dije. Parecía una colegiala nerviosa en su primer salida a dos. Me
tranquilicé y empezamos a charlar sobre el tiempo y esas cosas banales de los
que no saben que decirse. Le pareció gracioso que yo llevara una sombrilla y no
la hubiese abierto en un día como ese. No preguntó por qué. Me contó que era
andaluz. Con razón tenia semejante facha.
Le conté que era profesora de Literatura en la UBA, y cuando me di
cuenta de que era un asiduo lector, sentí algo húmedo y no precisamente de
lluvia. Nada más excitante que la inteligencia, ¿verdad? No podía ser tan
perfecto, el desgraciado. Cuando llegó el momento de invitarme a tomar un café,
tuve la confirmación de que ese era mi día de suerte. Al no llegar a ninguna
conclusión sobre a cual café iríamos, no perdí tiempo en comentarle que tenia
una cafetera italiana en mi departamento y que el café me salía muy bien. Antes
que el café se enfriara hasta obtener una temperatura aceptable para la
garganta, nosotros ya nos revolcábamos en las sábanas que me regalo mi abuela.
Ahora que me acuerdo, mis papilas gustativas vuelven a sentir ese sabor a
manzana que saboreé en nuestro primer pecado. ¿Ustedes como lo hacen? Es la
primera vez que me imagino el sexo de los escarabajos. Pero voy a dejar de
meterme en tu vida. Volvamos a mis memorias del subsuelo.
Los
días fueron pasando y nuestros encuentros eran cada vez más explosivos. Fue rápido darme cuenta de que no podía mas
vivir sin él.
Cuando
al fin llegó la fecha de ir al psiquiatra, vomité sobre Claudio todo el
revoltijo de amor que tenia en la sesera. Interesado por saber quien era el
caballero capaz me moverme el piso de esa manera, me pregunto el nombre del
sujeto. A lo que le conteste que se llamaba Juan Romero.
-
No será muy ético de mi parte lo que te voy a
comentar. Con la cantidad de psiquiatras que existen en Buenos Aires, viene
ocurrir la casualidad de que vos y otra paciente mía estén enamoradas del mismo
hombre. Juan Romero es su ex novio, pero no estuvieron juntos mucho tiempo. No
te envuelvas mucho, los gitanos nunca se arraigan.
No
hizo falta que pasaran muchos soles para que la profecía de Claudio empezara a
cumplirse. Sin ninguna explicación, pasado el ápice de nuestra pasión, Juan
empezó a alejarse. Me iba a dejar, yo siempre sé cuando un hombre me va a
dejar. Y sentí que me hundía en arena movediza. Y que tenía que hacer algo para
no morirme de dolor. Juan iba ser mio de cualquier manera.
Mi
abuela, al morirse, dejó una casa de arquitectura inglesa en la provincia de
Buenos Aires. Barrio tranquilo, de quintas alejadas. Tenía una hermosa bodega
en el subsuelo. A Juan le gustaba mucho el vino y acepto con entusiasmo cuando
lo invite a conocerla. Muy distraído leyendo los rótulos, no se dio cuenta que
un palazo direccionado por mis brazos venia a atingirle la cabeza. Me dolió más
a mí que a él, te lo juro. Además, tengo mi merito, no todas las mujeres tienen
la fuerza que tuve para arrastrar su musculoso cuerpo inerte ni la destreza
para manejar las cuerdas como un Boy Scout. Si yo solo necesitaba a Juan para
vivir, entonces Juan también tendría que depender solamente de mí. Durante
meses lo visité todos los días. Le llevaba sus comidas preferidas, le daba de
beber, lo limpiaba, lo tapaba con la frazada y le acomodaba la almohada. Me
quedaba mirándolo hasta que se durmiera. Pero antes de darle alimento lo
obligaba a agradecerme por cuidarlo tanto, a decir que soy el amor de su vida.
Si no me convencía, no comía. Una vez me enfadé tanto que, al día siguiente,
fui con mi estimada sombrilla a lunares. Le hice entender por qué siempre la
llevaba cerrada: Escondía un látigo de caballería adentro de tal sombrilla. No
se podía transportar de otra manera sin llamar la atención. Sesenta centímetros
de fibra revestida con cuero, preparada para los más resistentes lomos equinos.
Nunca tuve un caballo. Tras dejarle la espalda en carne viva, me dijo las cosas
hermosas del mundo y se comió hasta el postre de chocolate.
La
casa era propiedad de todos los nietos, pero raramente la visitaban. Resulta
que el otro día estábamos Juan y yo acostados en el suelo. Juan miraba al techo
sin compartir sus pensamientos mientras yo le acariciaba los pelos del pecho.
Escuchamos que llegaba un auto. Salí corriendo. Me encontré con mi hermana y mi
sobrina que entraban por la puerta principal.
- ¿Que
haces acá? – se preguntaron las hermanas a la vez
- Discutí
con mi marido y vine a pasar esta noche acá. ¿Vos?
- Eh...
Estoy escribiendo otro romance y necesitaba silencio.
Apenas
terminé de pronunciar “silencio” cuando mi sobrinita volvió corriendo de su
exploración casera y dijo que se escuchaban ruidos viniendo del piso.
- Cuidado,
mi amor – empecé- puede ser un ratón muy grande, como puede ser el espíritu de
tu bisabuelo. Por las dudas nunca te acerques demasiado a la bodega.
Asustada,
salió corriendo en el sentido opuesto. Mi hermana me reprochó el comentario, me
perdonó en seguida y siguió contando sus problemas matrimoniales. Nos acostamos
antes de las once. Al otro día tenia que salir muy temprano para dar clases. Esa
noche tuve pesadillas terribles.
Mi
clase fue interrumpida brutalmente por la entrada de dos policías, tres
enfermeros, Claudio, mi hermana y el demonio infantil que me traicionó. Claudio
también lo hizo. Nadie me entendió. Mi mejor idea fue amenazar con tirarme por
la ventana. Fue muy injusto el hecho de que me pongan una camisa de fuerza por
amar demasiado. Todavía me acuerdo de la mirada atónita de mis alumnos. Me
doparon. Cuando me desperté ya estaba en esta habitación oscura. Hace una
semana, o dos, no sé. No me llega ninguna noticia del mundo externo. No sé que
pasó con Juan. Tampoco sé que pasara conmigo. ¿Me sacarías de este tormento?
------- actividad (mal desarrollada/ inacabada) referente a la propuesta
de 19/11/2012 -------------