martes, 11 de diciembre de 2012

Un Novio Andaluz


    En la oscuridad de esta habitación y con tanto tiempo libre, lo que mas hago es rumiar. Eso si, cuando no estoy brillando en el estopor del Valium, que a veces es imposible escupir sin que la enfermera se dé cuenta. Por suerte, la domadora de elefantes esta dormida. No, no es la enfermera, aunque se llevaría muy bien con la profesión citada. Es que mi compañera de cuarto, esquizofrénica nivel máximo, cree que es domadora de elefantes. Tiene un elefante rosa llamado Infante y se pasa la mayor parte de las tardes enseñándolo a pararse de una sola pata. Susanita, pobre diablo.
     ¿Tenés tiempo para escuchar mi historia? No te lo voy a ocupar demasiado. Es que me siento muy sola desde que no puedo hablar con alguien que me entiende... ¿Como te llamas? Bueno, si, es más interesante que charlemos sin presentarnos, quizás me entiendas mejor sin ningún juzgamiento previo. Yo también me imagino a la personalidad de uno basada en su nombre. ¿Hace mucho que estas por acá? Yo llegué hace una semana. O dos, no sé. Con tu tamaño podrías pasar por debajo de la puerta del depósito y traerme pastillas para dormir toda la eternidad. Podrías salvarme. Yo que pensé que la necesidad de nutrir mi alma nunca se extinguiría, que eso me mantendría viva, porque suicidarme seria cortar el chorro antes que llene la copa. Pero en mi copa solo he vertido veneno y en vez de nutrirme, me destruí. ¿Me sacarías de este tormento? Sentate (si te lo permite tu anatomía), que te voy a contar porque estoy acá.
     Me enamoré. Demasiado. Eso es lo más peligroso que le puede pasar a una mujer. Pensé que era demasiado inteligente para que sucediera conmigo, pero sucedió.  Lo conocí en una noche “de película”: llovía a cantaros y éramos muchos los que esperaban un taxi para volverse a casa. Un poco aturdida por las copitas que tenia encima, y tal vez por eso, vi a un hombre que por la cara parecía haber salido de algún romance gitano. Era alto y bien formado de cuerpo, llevaba puesta una ropa sencilla, pero visiblemente limpia y cuidada: Jeans clásicos y una camisa negra abotonada. Poco importaba como andaba ataviado, porque su magnetismo emanaba desde esa mirada. Ojos negros como una noche de invierno, adornados con las pestañas más pobladas que había visto en mi vida.  Una mirada de cinco segundos fue lo suficiente para hacer con que el peso de mi existencia fuera demasiado grande para que mis piernas pudieran sostenerlo. Se dio vuelta y le hizo seña a un taxi, que obedeció como caballo adiestrado. Como si ya no estuviera bastante hipnotizada, abrió la boca y emitió una voz que penetraba por todos los sentidos y parecía desnudarte con solo oírla.
-              ¿Lo compartimos?
-              ¿Que?
-              El taxi.
-              -Aaah si, si, si.
    ¡Estúpida!, me dije. Parecía una colegiala nerviosa en su primer salida a dos. Me tranquilicé y empezamos a charlar sobre el tiempo y esas cosas banales de los que no saben que decirse. Le pareció gracioso que yo llevara una sombrilla y no la hubiese abierto en un día como ese. No preguntó por qué. Me contó que era andaluz. Con razón tenia semejante facha.  Le conté que era profesora de Literatura en la UBA, y cuando me di cuenta de que era un asiduo lector, sentí algo húmedo y no precisamente de lluvia. Nada más excitante que la inteligencia, ¿verdad? No podía ser tan perfecto, el desgraciado. Cuando llegó el momento de invitarme a tomar un café, tuve la confirmación de que ese era mi día de suerte. Al no llegar a ninguna conclusión sobre a cual café iríamos, no perdí tiempo en comentarle que tenia una cafetera italiana en mi departamento y que el café me salía muy bien. Antes que el café se enfriara hasta obtener una temperatura aceptable para la garganta, nosotros ya nos revolcábamos en las sábanas que me regalo mi abuela. Ahora que me acuerdo, mis papilas gustativas vuelven a sentir ese sabor a manzana que saboreé en nuestro primer pecado. ¿Ustedes como lo hacen? Es la primera vez que me imagino el sexo de los escarabajos. Pero voy a dejar de meterme en tu vida. Volvamos a mis memorias del subsuelo.
    Los días fueron pasando y nuestros encuentros eran cada vez más explosivos.  Fue rápido darme cuenta de que no podía mas vivir sin él.
    Cuando al fin llegó la fecha de ir al psiquiatra, vomité sobre Claudio todo el revoltijo de amor que tenia en la sesera. Interesado por saber quien era el caballero capaz me moverme el piso de esa manera, me pregunto el nombre del sujeto. A lo que le conteste que se llamaba Juan Romero.
-           No será muy ético de mi parte lo que te voy a comentar. Con la cantidad de psiquiatras que existen en Buenos Aires, viene ocurrir la casualidad de que vos y otra paciente mía estén enamoradas del mismo hombre. Juan Romero es su ex novio, pero no estuvieron juntos mucho tiempo. No te envuelvas mucho, los gitanos nunca se arraigan.
    No hizo falta que pasaran muchos soles para que la profecía de Claudio empezara a cumplirse. Sin ninguna explicación, pasado el ápice de nuestra pasión, Juan empezó a alejarse. Me iba a dejar, yo siempre sé cuando un hombre me va a dejar. Y sentí que me hundía en arena movediza. Y que tenía que hacer algo para no morirme de dolor. Juan iba ser mio de cualquier manera.
    Mi abuela, al morirse, dejó una casa de arquitectura inglesa en la provincia de Buenos Aires. Barrio tranquilo, de quintas alejadas. Tenía una hermosa bodega en el subsuelo. A Juan le gustaba mucho el vino y acepto con entusiasmo cuando lo invite a conocerla. Muy distraído leyendo los rótulos, no se dio cuenta que un palazo direccionado por mis brazos venia a atingirle la cabeza. Me dolió más a mí que a él, te lo juro. Además, tengo mi merito, no todas las mujeres tienen la fuerza que tuve para arrastrar su musculoso cuerpo inerte ni la destreza para manejar las cuerdas como un Boy Scout. Si yo solo necesitaba a Juan para vivir, entonces Juan también tendría que depender solamente de mí. Durante meses lo visité todos los días. Le llevaba sus comidas preferidas, le daba de beber, lo limpiaba, lo tapaba con la frazada y le acomodaba la almohada. Me quedaba mirándolo hasta que se durmiera. Pero antes de darle alimento lo obligaba a agradecerme por cuidarlo tanto, a decir que soy el amor de su vida. Si no me convencía, no comía. Una vez me enfadé tanto que, al día siguiente, fui con mi estimada sombrilla a lunares. Le hice entender por qué siempre la llevaba cerrada: Escondía un látigo de caballería adentro de tal sombrilla. No se podía transportar de otra manera sin llamar la atención. Sesenta centímetros de fibra revestida con cuero, preparada para los más resistentes lomos equinos. Nunca tuve un caballo. Tras dejarle la espalda en carne viva, me dijo las cosas hermosas del mundo y se comió hasta el postre de chocolate.
    La casa era propiedad de todos los nietos, pero raramente la visitaban. Resulta que el otro día estábamos Juan y yo acostados en el suelo. Juan miraba al techo sin compartir sus pensamientos mientras yo le acariciaba los pelos del pecho. Escuchamos que llegaba un auto. Salí corriendo. Me encontré con mi hermana y mi sobrina que entraban por la puerta principal.
-              ¿Que haces acá? – se preguntaron las hermanas a la vez
-              Discutí con mi marido y vine a pasar esta noche acá. ¿Vos?
-              Eh... Estoy escribiendo otro romance y necesitaba silencio.
    Apenas terminé de pronunciar “silencio” cuando mi sobrinita volvió corriendo de su exploración casera y dijo que se escuchaban ruidos viniendo del piso.
-              Cuidado, mi amor – empecé- puede ser un ratón muy grande, como puede ser el espíritu de tu bisabuelo. Por las dudas nunca te acerques demasiado a la bodega.
     Asustada, salió corriendo en el sentido opuesto. Mi hermana me reprochó el comentario, me perdonó en seguida y siguió contando sus problemas matrimoniales. Nos acostamos antes de las once. Al otro día tenia que salir muy temprano para dar clases. Esa noche tuve pesadillas terribles.
    Mi clase fue interrumpida brutalmente por la entrada de dos policías, tres enfermeros, Claudio, mi hermana y el demonio infantil que me traicionó. Claudio también lo hizo. Nadie me entendió. Mi mejor idea fue amenazar con tirarme por la ventana. Fue muy injusto el hecho de que me pongan una camisa de fuerza por amar demasiado. Todavía me acuerdo de la mirada atónita de mis alumnos. Me doparon. Cuando me desperté ya estaba en esta habitación oscura. Hace una semana, o dos, no sé. No me llega ninguna noticia del mundo externo. No sé que pasó con Juan. Tampoco sé que pasara conmigo. ¿Me sacarías de este tormento?








------- actividad (mal desarrollada/ inacabada) referente a la propuesta de 19/11/2012 -------------

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