viernes, 30 de septiembre de 2011

"SUEÑO PERDIDO"

Cuando empezó a trabajar de camarera en el Quiebrahielo, Rita imaginaba otro tipo de vida. Soñaba desde niña en ser cantante, así como las cantoras famosas que gustaba de oír.
- Bueno, voy quedar aquí por poco tiempo, hasta encontrar algo mejor... Pensó Rita.
Después de mucho tiempo y hoy con 28 años, Rita piensa que su sueño ya no puede suceder. Además, su novio Henrique, un hombre gentil y muy misterioso, vive diciendo que ser cantante no es vida para una chica como ella. Y Rita siempre escucha su novio, como si nadie más tuviese importancia.
Un bello día llegando en casa, Rita percibió que su madre estaba un poco nerviosa, parecía esconder algo, pero luego descubrió el motivo. La madre tenía una carta en sus manos.
- Es una carta para usted, dice la madre. Pero, no sé si debes abrirla. Es anónina...
Rita pegó la carta así mismo, ahora con más ansiedad. Era algo sobre su novio y decía que él tenía otra mujer y que la enganaba a mucho tiempo. Y que todos sabían pero solo ella no se daba cuenta. Era una tonta ...
Después de leer todo, empezó a llorar. Lloró tanto y con tanta desesperación que ya estaba desorientada. No sabía lo que hacer. Decía que nada más tenía importancia en su vida, que no necesitaba vivir. Quería sumir para siempre...
Pero, algún tiempo después, cuando retomó el juicio tomó una dificil decisión. Prometió nunca más ver Henrique. Iría para lejos, para otra ciudad, donde empezaría una nueva vida y así realizaría su único sueño: cantar...

lunes, 26 de septiembre de 2011

Rita

Sewell es una ciudad que está en el corazón de los Andes, en Chile, ciudad minera. Para allá que Rita fue, huyendo de todo su pasado. La gente creía que se había marchado porque su novio la engañaba, pero nada de eso, no era ese el motivo, ella ni se percataba de lo que hacía José. Quizás se fue para allá para que la nieve helada congelase el tiempo, su corazón, las horas, todo que la dejaba tan triste.


Llegando a la ciudad, que ahora solo es un sitio para donde van muchos turistas, luego fue recibida por Don Alejandro, que por suerte o azar era dueño del Quiebrahielo, un café con piernas muy discreto. En Chile son muy comunes los cafés con piernas, donde además de servir café, las niñas enseñan las piernas y una sonrisa. Hay también el minuto de confianza, donde enseñan algo más. Pero Don Alejandro solo quería que Rita fuera cajera. Pese que ella de plata no entendía mucho, aceptó el trabajo. A los 18 años, tendría su primer empleo.
Cuando no trabajaba en el café, iba de paseo por la ciudad, que contenía tanta historia en cada rincón que daba pena, daba nostalgia y algo que no se sabe el nombre, cosas que la mezcla de belleza y abandono causan en la gente solitaria. Así se pasaban los días con anocheceres y amaneceres helados, mientras los sueños tristes por la madrugada la acompañaban de forma fiel y constante. Los sueños de ser una actriz famosa, irse a otro país, teñir el pelo de rubio y hacer suceso en Argentina, todo eso ya sabia que era un sueño imposible para ella ahora. Pero como siempre, nada es por siempre. Fue en septiembre, semana de las fiestas patrias, donde todos están contentos y flama la bandera chilena, impecable en todas las casas. Fue en septiembre que todo cambió.


Todos ya estaban avisados que los “Jaivas” iban hacer un show allá, sería un momento histórico para Sewell, en un territorio que un día fue de norteamericanos, iba tocar la banda más chilena de Chile. Las escaleras de la ciudad serian el gran anfiteatro, todo sería finamente limpio y preparado para el evento. Para completar el escenario Rita estaba por fin con una sonrisa en la cara, cosa que no era normal. Sus ojos tenian un brillo distinto.

En la noche que sería el show, no era necesaria su presencia en el Quiebrahielo, pues nadie iba ir al café esta noche. Entonces, sacó de una maleta llena de polvo un vestido color rojo, puso un chaleco blanco, con piel de verdad, para calentar el cuerpo, también una manito de gato en la cara: un color rojo en la boca, un contorno negro para aquellos ojos verdes. Se fue al show, miraba a los músicos como se cada uno fuera el galán que dejó roto su corazón, los miraba con amor. Cuando empezó la música que más le gustaba:



“Mira niñita te voy a llevar a ver la luna tocando en el mar...Mira hacia el cielo...”



La canción le trajo recuerdos, trajo de regreso unos días que fue feliz de verdad. Fue cuando sacó del bolsillo la carta que ya algunas semanas no tenía el valor de abrir. Fue bajando las escalares, mirando un poco la carta, un poco el cielo. Abrió el sobre con las insignias papales, supuso el contenido mil veces. Se preguntaba como y de que manera fue descubierta allá, después de tantos años, creía que ya nadie se acordaba de ella. Entonces, sus pensamientos volaron a los felices días del pasado.


Las manos heladas sostenian la carta. Mientras finalizaba su canción preferida, en un segundo, sus pies así como su alma, perdieron el rumbo cierto. Solo encontraron aquél cuerpo congelado y bello al amanecer, la carta en sus manos, sin leer, pero en la cara una sonrisa serena.




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domingo, 25 de septiembre de 2011

La sonrisa criminal.


1990. Noche fria y oscura. Lluvia y viento hacen temblar las viejas ventanas. El silencio reina por la vecindad. Ni los perros están en la calle. Un grito desesperado rompe la quietud de la noche. Una persona camina sola y con dificultad.
Catalina. Vieja, jubilada y viuda. Vive una vida sin sentido. El unico que la compreendia se he muerto en un crimen sin solución. Sin hijos, sin animales, sin ocupación. Se pasava los dias odiando a todo y a todos. Sean vecinos o prestadores de servicios. Cualquier cosa que tenga vida. Todo es porqueria. Nada es bueno.
Las noches de Catalina son largas. Sin dormir, se pone a viajar. Opio, vinos y musicas. Compañeros que nunca la dejarian sola. Recuerdos, como el de Pugliese, la llevan a la Buenos Aires de 1924. Su buena infancia en la casa de su abuela. Juguetes y musica. Catalina dejaba las muñecas pra oír los lamentos del bandoneón del abuelo.
Un tango en especial le llamaba lal atención. El viejo habia cambiado su letra. Se trataba ahora de un crimen. Un asesinato que todavia no habia ocurrido. Tenia data, hora y local marcados. Catalina tenia miedo y curiosidad. Hasta que el dia llegó.
La niña se puso detrás de una puerta encuando veía el abuelo llegar en la saleta. El tenia un cuchillo en una de las manos y su mujer, que gritaba mucho, en la otra. Dos cuchillazos y no mas. La vieja se he muerto. Un ruido hecho por la chiquilina y el asesino la mira. Silencio. Los ojos se encuentran. Ambos sonrien.
El dia amanece. Catalina se despierta del viaje de todas las noches y oye en la radio:
- Cuerpo de un viejo encontrado en la basura. La policia cree que fué asesinado con dos cuchilazos. Una vieja sonrisa. Un cuchillo con sangre en el cajón.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Su ÚNICA SALIDA

Hace tiempo que Julián anda insatisfecho con su trabajo y su matrimonio. Se cansó de participar en el trabajo de las mismas charlas vacías, los mismos pensamientos equivocados sobre el papel de los trabajadores públicos en la sociedad. La mediocridad con que sus compañeros tratan la necesidad ajena ;apoyo para luchar contra las injusticias no encontraría él allí.Estaba enojado del valor que daban al dinero.

Él siempre fue un hombre muy político,ético.Critica lo que ve a su alrededor,mismosabendo que hace parte de aquél mundo que considera hipócrita.Lo peor es que su mujer,Camila,iba por el mismo camino que todos,solo hablaba de ropas caras,joyas… todo lo que no le interesaba.

El mayor tesoro de Julián eran sus películas, tenía varias. Le gustaba mucho los musicales. Era la forma más sencilla de huir de aquél mundo vacío y sin atractivos. Casi siempre iba al cine,le gustaba quedarse cerca de las novedades.

Un día estaba él atirado en el sillón después de exaustivas e irritantes horas en la oficina.Camila aún no había llegado de las compras de rutina.Con los ojos cerrados empezó a imaginarse en uno de sus musicales. Seria apenas más una de las tantas veces iba a recurrir a su mundo imaginario para sentirse mejor.

Se oye una música, lejos pero se oye.Aún de ojos cerrados Julián intenta encontrar aquella dulce melodía .Va caminando por la sala hasta llegar en el balcón.la oye mejor ahora.Siente que si inclina su cuerpo podrá oírla con más intensidad, lo inclina de pronto.No tiene miedo de nada,aquella melodía lo dejaba feliz y seguro cómo nunca había estado.Julían casi pierde el equilibrio,pero quiere inclinarse más,parece que solo podrá oírla perfectamente cuando esté en el aire.Siente ganas de tirarse.

En el aire además de la música había ahora el olor de ravioles a boloñesa, él adoraba. Las dos cosas venían del mismo hogar,élsabia.No había otra manera,tenía de ir atrás de las únicas cosas lo hacían feliz en los últimos días…se atiró. Mientras no encuentró el dolor del impacto pensó: quizá esta sea realmente la única manera de huir de todo lo que me aflige, vivir interpretando no me apetece!

La busqué toda mi vida

Era una niña flaca, pelirroja y misteriosa. La vi por primera vez en el invierno de 1910 en la ciudad de Mursmank. Teníamos apenas 5 años de edad. Peleábamos por el balancín cuando empezó a nevar. Nos fuimos al abrigo de nuestras casas. Solo de eso me acuerdo. Nunca más la vi. La busqué toda mi vida.

Pero fue en la década del 30 cuando me di cuenta de la vida que tenía. Trabajaba en el servicio público, tenía a Natalia como esposa, 2 hijos, 3 perros y un viejo glotón como mascota. Uno no sabe lo que significa todo eso. Todos dependían de mí y yo solo pensaba en mi trabajo. Estaba casi loco.

Hacía tanto tiempo que no miraba a mi esposa. Ella tampoco se esforzaba por mirarme. Solamente cuidaba de la casa y de nuestros hijos y ya no se arreglaba para salir de casa. Peleábamos por cualquier motivo, a toda hora. Pasamos años así, hasta que me marché de casa. Me quedé harto de toda mi vida. Pasé a pensar en aquella niña, en el balancín, en la nieve. Escribí una carta a mí mismo. Cogí una arma de fuego, la puse en la boca. Después me arrepentí. Ya era tarde.

La cena.

Julián, un hombre de 35 años, casado, tiene dos hijos pequeños y una mujer. Trabaja en una oficina pública. Él hace 8 horas diárias de trabajo. Es una persona simples y no le gusta de cosas complejas. Solo que lo encanta eres su gusto por vehículos de motor.
Joana, su mujer, es muy hermosa, más nueva... Pero Julián se lleva mal con su mujer. Hoy comió ravioles a la bolañesa en almuerzo hecho por ella y ahora se relaja en la oficina oyendo música pues antes ha discutido con Joana. Empeza a nevar fuera y esta casi en la hora de ir para su casa. Sin embargo Julían no contento quería quedarse más allí en su trabajo, como un escape. No puede trabajar derecho pensando en la discusión con Joana por los alimentos.
Reducindo al mínimo lo que pasó él decide cerrar la oficina y ir a una floristería y así se fue. Compró rosas rojas para llegar en casa. Al llegar en casa, vio que su esposa estaba en la ducha. Llamó a sus dos hijos y organizó una sorpresa. Al poner la mesa, dejó las rosas en un florero y cocinó muchas cosas buenas. Joana al llegar a la sala y ver su familia se quedó emocionada olvidando todo lo que pasó antes y toda la familia terminó el día con una noche animada y una deliciosa cena.

Catalina y la luna llena

Hizo mucho frío en el invierno del año 73 en una isla llamada Desterro. En pantano del sur, un barrio al extremo sur de la isla, la vida pasa despacio para la jubilada Catalina. Sus programas predilectos son oír la radio Guararema, teniendo Helio Costa como su locutor preferido y mirar la calle por la ventana de la cocina de su casa, muchas veces causando desavenencia con su vecina Dulcina. Por esta ventana Doña Catalina ha visto ocurrir un crimen horrible.

En una noche de cielo muy claro y luna llena, en el sur de la isla, la pobre señora presenció la ultima aparición del famoso “lobisomem da costa de dentro.” Esta aberración con el cuerpo mitad hombre y mitad lobo, llevo Aparecida la tercera hija de la vecina Dulcina, que estaba en la playa esperando su papá llegar del mar con las Tainhas, rico pescado que en el invierno viene reproducirse en las aguas calientas de la isla de Desterro. Hecho que ha cambiado la vida de Catalina para siempre. La señora se cierra en la casa antes de caer la noche cuando hay luna llena.

Ademilson su único hijo vive en el centro, trabaja como mesero en el Ponto Chic Café. No quiso seguir la carrera de pescador como su papá, el señor Laudelino, un valiente pescador, que en una de sus salidas al mar, al revés de una sardina le enganchó un tiburón que le saco la vida, en sus 67 años. A lo largo de la soledad en que ha vivido en los últimos años, la cotilla Catalina vive haciendo sus piezas de “renda de Bilrro”, herencia de su mama que vino de Portugal habitar la isla en el comienzo del siglo. Sigue fisgoneando la casa de la vecina Dulcina. Se va en muchas noches frías del invierno a la playa buscar las Tainhas cuando ahí vienen los pescadores del mar, pero nunca ha ido en las lunas llenas.

jueves, 22 de septiembre de 2011

El Collar y el Vino

Anya caminaba sonriendo por las calles frías de Rusia. Su pelo negro brillaba con aquella luz rara, casi deslustrada en medio de tanto gris y blanco; Pero nada brillaba tanto cuanto sus ojos, de un color azul casi gris, herencia de su madre que hace mucho extrañaba.


Era un invierno típico, largo y tenebroso. La nieve caía fina en su rostro y le encantaba la blancura de los coches y árboles cubiertos por ella. En sus manos cargaba una bolsa con todo el cuidado del mundo. En esta bolsa, tenía trajes para el día más importante de su vida: Su boda.
Ella conoció a Vladimir, un hombre alto, de pelo oscuro, ojos verdes y muy bonito, cuando tenía 19 años y fue amor a primera vista. Los dos casi no conversaban, pero cuando empezaron, jamás se separaron. Hace un año, se volvieron prometidos, pues ahora ella es una mujer madura, con sus 28 y él con 31. Finalmente, la fecha de la boda se acercaba.


Anya acababa de llegar en la cocina del hotel Quiebrahielo (que de latino tenía apenas el nombre), donde era camarera y a veces cocinera. Su mejor amiga Camille, una muchachita con aires de francesa, rubia, con pecas en la cara, venía a su encuentro.
- Veo que estás muy bien hoy, ¿qué pasó?
- Vladi me dijo que quiere cenar conmigo esta noche, que tiene un regalo para darme, pero no me dijo qué, pues es una sorpresa. – Respondió Anya.
Camille la miró y dijo con una sonrisa en los labios:
- ¡Quizás sea un collar de oro con piedras de Alexandritas! -Y salió dándole una parpadeada a la amiga.
Anya se quedó unos instantes más en la cocina. Era enorme, con tantos utensilios que ella jamás imaginara que existieran. Miraba todo con gran admiración, ya que en sus más lejanos sueños, tenía ganas de conocer el mundo, viajar como esas actrices y cantantes famosas que aparecían en la portada de las revistas de la recepción del hotel, y conocer todas las cocinas del mundo, probando de varios platos distintos, tan lejos de su realidad. Pero los sueños cambian, ahora Vladimir era su sueño realizándose y era a su lado que quería estar. Pero además de eso, sentía placer al cocinar, tenía todo a su disposición. Le encantaba el sacacorchos; era brillante, tenía una delicadeza única y una fuerza extrema. Adoraba abrir vinos para los hospedes del hotel. No le gustaba mucho el trabajo de camarera, pero ese día trabajó sin quejas, deseando con toda su alma que la noche llegara y así pudiera encontrarse con su amado.


Vladimir llegó puntualmente a las ocho. Los dos cenaron y al final él le dio el regalo para Anya:
-¡Mi conejita! Aquí está lo que te compré, espero que te guste.
Al abrir el paquete, Anya no se contuvo de alegría y empezó a saltar. Era el collar de oro con piedras de Alexandrita. Ella le miró no creyendo en lo que veía y le preguntó si él había hablado con Camille sobre eso, a lo que él respondió con un corto no.
Después de una larga noche feliz, los dos se despidieron y fueron a dormir.


El día siguiente, Anya llegó más temprano al trabajo, pues necesitaba contarle a su amiga lo que había pasado y no lograra dormir durante toda la noche de tanta ansiedad. Al ver a Camille dijo en tono de ironía:
- ¿Acaso eres bruja? Mi conejo me dio el collar, ¡es perfecto!
- Yo sé. - Dijo Camille sin mucha animación.
- ¿Sabes cómo?
- Vladimir me llamó para preguntarme si te gustaría uno de estos – Declaró.
Anya nada le contestó, pero se quedó imaginando, ¿por qué Vladimir había dicho que no había hablado con Camille? “-Bueno, seguro es para protegerla, no quiere que yo pelee con ella por decirle que yo quería…” – pensó.


Cayó la noche y Anya resolvió hacer una sorpresa para su futuro marido. Se arregló y fue hasta su casa, donde planeaba una noche romántica. Al acercarse, vio un coche conocido saliendo de allá. Cuando llegó, llamó al timbre y Vladimir atendió aún enrollado en una toalla, como si acabara de ducharse, y sin darse cuenta de quien estaba adelante de sus ojos dijo:
- ¿Se te olvidó algo gatita?
Anya sin entender porque tenía un nuevo apodo, dulcemente respondió:
- ¿Esperabas alguien mi amor?
- ¡No, Estaba yendo bañarme conejita! – Contestó dándole un beso y haciéndola entrar.
Mientras Vladimir se bañaba, Anya miró por la casa y en la cocina encontró dos copas de vino y un sacacorchos que le parecía conocido.
Esperó Vladimir salir del baño y conversó como si no sospechara de nada.


Al día siguiente, en el hotel, estaba todo normal. Anya llegó y Camille estaba en el teléfono diciendo:
- No mi gatito, no pasa nada, es que solamente tenemos que tener más cuidad… ¡Anya! – Bruscamente colgó el teléfono. - ¿Hace mucho que llegaste?
- No, acabé de entrar, ¿está todo bien? ¡Te veo tan pálida!
- Es que aún no desayuné, pero estoy bien, voy empezar a hacer el café, permiso amiga.


Anya salió de la cocina con una sonrisa maquiavélica en los labios.
Para ella ahora todo tenía sentido. El coche de Camille delante de la casa de su prometido, las copas de vino, Camille saber del regalo, ¡todo! Y ahora ya sabía qué hacer.
Vladimir y Anya habían marcado un almuerzo. Los dos comieron, conversaron, planearon el día de la boda, estaba todo en perfecta harmonía. Vladimir fue al baño, cuando Anya tomó su celular que estaba sobre la mesa y mandó un mensaje para Camille, combinando de encontrarla en su casa, como si fuera Vladimir. Él volvió y se marcharon.


Por la noche, Anya fue hasta la casa de Vladimir, vestía una ropa sensual. Trajo vino, un par de esposas y un brillo en la mirada diferente de todas las otras veces en que se encontraron. Vladimir, se dejó llevar, Anya lo prendió en la cama, salió del cuarto y dijo susurrando:
- ¡No huyas mi amor, ya vuelvo!
Anya fue hasta la cocina, tomó las copas de vino en las manos y las llevó al cuarto, abrió la botella, llenó una copa y dio para su casi esposo tomar, mientras le decía cosas bonitas para él. Después, le dijo que tenía una sorpresa y salió una vez más. Cuando volvió, Anya estaba con su traje de novia, estaba calma, miro a los ojos de su amado y dijo:
- ¿Te gusta así mi conejito? ¿O mejor, debo llamarte de gatito?
Vladimir, se quedó con la boca seca, movía los labios, pero no salía una palabra.
- ¿Tienes sed? Espera conejito, voy a darte de beber.
Anya se acercó lentamente de Vladimir, tomo la botella, echó vino en el pecho desnudo de Vladimir, tomó el sacacorchos y lo golpeó dos veces.


Cuando Camille llegó, la puerta estaba entreabierta, había velas y pétalos de rosas que dibujaban un camino hasta el cuarto. Camille creyendo ver una escena de amor, se desesperó al encontrar Vladimir golpeado, pero aun con vida.
-¡Gatito¡¿Quién te hizo eso? – Sollozando sobre el cuerpo casi inanimado de Vladimir preguntó.
Antes que ella pudiera percibir, Anya con apenas un movimiento puso el collar de Alexandrita alrededor de su cuello y con todas las fuerzas que tenía ahorcó a su rival.
Vladimir nada pudo hacer y Anya le dejó sangrar hasta que no tuviera más una gota de sangre saliendo de su pecho.


Ahora los ojos azules de Anya ya no brillaban más. Tenía un vacío profundo dentro de su ser. Al mirar los cuerpos ya sin vida de los dos engañosos, ella llenó una copa, y volvió a la ventana, donde se quedó sola, ajena con sus pensamientos, sin ni siquiera darse cuenta, de la sombra y de los dedos cadavéricos que pasaban por la ventana en el otro lado de la calle.

La vieja, la soledad y el secreto


La vida es hecha de elecciones, y en este caso todo podría haber sido diferente...

Todo podría haber sido diferente, pero no fue.

La lluvia batía fuerte en su cara, el calor de las lágrimas ayudaban a disfrazar el frío en su corazón. Tenía miedo, todos deberian tener en esta situación. Siempre planeó una vida distinta de la que estaba viviendo, siempre quiso cambiar de aquella ciudadecita vacía, llena de tedio y recuerdos. Se casó my temprano, viudou temprano y así quedó sola en el mundo. No tuvo hijos, hecho que le dio una grande secura del alma, o la secura del alma se debe a eso. No conocía el nombre de ningún vecino, solo sus rutinas, de entradas y salidas lo que que Le provocaba mucho más frustración.

Hoy es viernes, otro viernes en la vida de uma mujer de 73 años, otra noche de soledad, en que el viejo radio habla solomientras ella entrega su cuerpo a un profundo sueño en el sofá rojo de la sala. De compañía tiene el polvo intocável hace meses, un cojín viejo oliendo a pasado y un gato flaquito que insiste en vivir en el abandono.

Se despertó con una sede inmensa irritando la garganta, tuvo un sueño terrible, pero no acordaba derecho con quién. Se levantó, la casa húmeda estaba en penumbra, caminó hasta la cocina, su respiración era lenta, tan lenta cuánto sus pasos viejos. Hoy es viernes, mucha cosa ocurre en la calle Hudson.

Todo podría haber sido diferente, pero no fue.

Ella sabía que a los viernes el hijo mayor de la casa al lado huía por la ventana para encontrar la novia. Secretamente en su alma ella esperaba por este momento y soñaba en huir también.

En esta noche esperó un largo tiempo mirando por la ventana de la cocina hasta que vio el ofegante muchacho salir. Su perfume era fuerte y se mezclaba con el olor del deseo. Ella observaba callada, no esperaba que también estuviera siendo observada.

Con una taza de té amargo seguía sus pasos con los ojos, sin percibir el sonido de los pasos que acercabanse de su cocina.

Alguien gritó su nombre, un grito asfixiado, callado por años. No hube tiempo de reaccionar, no hube tiempo de pensar. Todo podría haber sido diferente, pero no fue, la vida es hecha de elecciones y ella escogió su muerte.

Ella vio un crimen, participó de él, ella fue muerta y el asesino nunca será descubierto.

Será? ...

El diario de Catalina.

Entre 1831 y 1835 la endemia de malaria y fiebre amarilla resultaron en gran pérdidas de vida. Hubo una crisis. Las actividades productivas en la Vila de San José fueron seriamente afectadas. Pero, en el año de 1874 en presencia del Imperador D. Pedro II además de las autoridades civiles y eclesiásticas fuera inaugurada la sección con tres estaciones ferrocarriles. Al todo seis locomotoras, siete coches de pasajeros y ocho vagones de carga. Gracias también por la iniciativa de agricultores y comerciantes que antes utilizaban la manera tradicional para transportar el café hasta los puertos del litoral.

Sentándome en el banco del estrecho vagón desfruté la vista. Conmigo el libro Helena. En el camino, observando los cultivos de maíz, yuca y caña de azúcar, concluí que el suelo era fértil. Pero en realidad me sentí aburrida. Viajaba porque me solicitaron para hacer compañía a una viuda. Poco sabía de ella. Me parece que cuando joven fuera maestra en la escuela primaria. Me la imaginé que con 73 años casi ya seria imposible caminar. Su nombre Catalina incluso me hacía recordar una leyenda a cerca del río Meyebeque. Ubicado en una de esas patrias longincuas.

Me quedaría en la casa principal junto a la señora. Cuando llegué, tuvo miedo desde la primera vez en que la vi. Su piel blanca tenía una coloración casi transparente y los ojos negros me daban la impresión que se habían olvidado de envejecer. As veces pensaba que escondían un secreto. Sus ropas escuras exhibían el trabajo aliñado de las mucamas. Cenamos a las siete. La mesa ofrecía todos los tipos de carnes. Tenía pescado, gallina, cerdo, pato y muchos otros que no me atreví experimentar. Mi cuarto era el más bizarro de la casa. En la pared una pintura. Se veía un árbol, un caballo de juguete y el cielo tenía un color amarillo. El tablado elevaba nubes de polvo a cada pisada. La noche seguía tranquila y el barullo del río se oía perfectamente. El aire tenía un olor mesclado con lavanda, queimada para alejar a los insectos.

Temprano cuando me desperté vi una rana gigantesca al lado de mi cama. Tuvo la sensación de que la vieja me observaba por la ventana. Los hábitos de Catalina me sorprendían a cada día. Siempre escribía en un libro, tan viejo cuanto ella. Imaginé que seria su diario. También había en la sala mayor una victrola que después de limpia recuperó su color de oro. Escuchaba la misma canción todas los días. Fumaba un cachimbo y después salía. Volvía casi dos horas después. Cuando llegaba sus ropas estaban empapadas. Si alguna visita llegaba para el almuerzo metía la escoba por de tras de la puerta. Entonces noté que no les gustaban sus vecinos.

En la cocina cierta mañana me miró con los ojos vivos. Tenía los pies descalzos. Preparó un desayuno con los frutos colectados del jardín. Tomó mi mano y las miró. Cuando quiso le preguntar que había de tan interesante me dijo: ¡Cuídate! Al final de la tarde empezó a caer una lluvia torrencial. Asi mismo, salió después de fumar su cachimbo. Jamás volvió. Las hojas amarillas de su diario comprueban que el río la fascinaba. En relación a mi llegada, estaba escrito; “Ella tampoco sabe nadar. Creo que el río le matará”. Pensé en volver.

Las estaciones ferrocarriles enfrentaron grandes dificultades con el declino de la producción de café. Agravadas con las restricciones impuestas por la II Guerra Mundial. Actualmente las antiguas líneas de la estrada de hierro Leopoldina, pertenecen a una empresa privatizada. Pero solamente una pequeña parte de las líneas originales aún operan.

Recomienzo

Era una tarde de viernes lluviosa. Julián estaba terminando su expediente de trabajo. Su vida como contador en el sector de suministros en la municipalidad no era nada fácil. Contaba los minutos para encerrar la semana.
Repentinamente, un sentimiento amargo tomó cuenta de todo su cuerpo. Fue el recuerdo de que tenía que volver a su casa.
El hombre joven que se había tornado canoso de tantos disgustos que le causaba Alba, que en otros momentos de su vida, tantas alegrías le había proporcionado, no quería retornar a su hogar.
Alba, la joven simpática, que un día le había encantado, hoy no era más la misma dulzura. Después que tuvieron a Pedro, su único hijo, ella se puso fría y sólo se preocupaba con el dinero.
Julián tenía 23 años cuando ellos se casaron y ya hacía 12 que estaban viviendo sobre el mismo techo. Él no sabía decir cuantos más soportaría.
El contador se puso a pensar en su vida. Tuvo varios recuerdos. Pensaba en como le gustaba salir, ir a la playa, al cine o simplemente acostarse en el césped del parque para mirar las estrellas. Después de los recuerdos de la época feliz, cayó en la realidad cuando su mobil tocó, era Alba diciéndole que no haría cena y que si quisiera fuese a cenar en algún lugar.
De pronto sintió un aprieto en el pecho. Aún respiró hondo y pensó en qué lo haría feliz en ese momento. Le dio un hambre tremenda. Recordó la cantina en la cual siempre iba con los amigos de la universidad.
Buscó su auto y se condució hasta el lugar. Al llegar, se quedó por algunos segundos mirando el frente del lugar donde tantas risas habían tenido. En la radio tocaba una música que hacía parecer que el tiempo había parado.
Un ruido que vino de la barriga hambrienta lo trajo nuevamente a la realidad. Se bajó del coche y entró prontamente al local. Escogió la mejor mesa, tomó en sus manos la carta y eligió un plato de ravioles a la boloñesa.
De la mesa podía ver que estaba nevando. Pidió una taza de vino que llegó prácticamente junto a los ravioles. Por un momento percibió que la vida no era tan mala como él creía. Saboreando la cena, hizo planes para ver crecer a Pedro junto de Alba. Terminó su plato favorito y fue para casa lleno de buenas intenciones.

Philips 1975

Hace frio, se me congelan las articulaciones. Llevo un rato largo tejiendo un suéter, la verdad es que resulta demasiado aburrido. ¿Se supone que después de viejas a todas las mujeres nos tiene que interesar esto? Lo peor de todo es que mis nietas no usan los suéteres que les hago, y tampoco las bufanditas, los guantes y gorros. Se creen que no me doy cuenta, pero sé tienen vergüenza de usarlos. Me harté, mañana me deshago de todos estos novillos de lana y agujas.

Mi radio anda mal. Tengo que pegarle palmaditas para escuchar la novela de la tarde. A veces, ni siquiera las palmadas funcionan. Mi hija me dice que use la radio nueva que me regalaron para navidad, o que mire televisión, pero un viejo tiene derecho a tener sus caprichos, y el mío es la Philips 1975. No se puede calificar como una antigüedad, más bien seria basura bajo la mirada de estos chicos “ipod” o como se llamen esas cosas chiquitas para escuchar música. Pero mi Philips no es descartable como esos objetos, me hace compañía, es una amiga. No fuera por ella, estaría sola. Pueden tomarme como senil, pero yo le hablo. Escucho una noticia y contesto como si la estuviera diciendo directamente a mí, ya estoy tan acostumbrada que casi no me doy cuenta. Pero, como cualquier amiga, a veces se enfada e se calla, y es lo que le está pasando ahora.

Empezó a nevar, hace más frio aún. Escucho el viento que silba. ¿Acaso no es escalofriante ese silbido? Suena como una voz sobrenatural, y hace golpear puertas y ventanas. No me gusta, no tengo buena sensación. Algo me interrumpe. No podría ser otra cosa sino los insoportables vecinos. Están escuchando música, siempre lo hacen. Es como un ritual, primero la música, luego se escuchan los gritos (es la señal de que están discutiendo), a veces el niño llora, el apestoso perro se pone nervioso y se larga a ladrar.

Escucho un ruido sordo, se me dispara el corazón. Apago las luces y me quedo quieta, despacito me asomo por la ventana, quiero saber que está pasando. No hay gritos, el niño ya no llora y tampoco ladra el perro. Me parece raro, muy raro. Veo que baja el borracho, ese que grita mucho, y siempre insulta a su mujer. Trae una bolsa grande sobre la espalda. Demasiado grande. ¿Por que saca la basura tan tarde? ¿POR QUE LA PONE EN EL BAÚL DEL PROPIO AUTO?

El corazón que me latía fuerte ahora quiere saltar por la boca. Mi siento mal, cada vez peor, me duele mucho el pecho, me falta el aire, necesito llamar a alguien, pero estoy lejos del teléfono y no me puedo mover. Es lo último que recuerdo de mi vida terrenal.

Rita la sueñadora

Rita tiene 28 años es camarera en un hotel de muy buena cualida.Su nombre ,Quiebrahielo, se debe al hecho de estar ubicado en una bellisima región del interior de Chile donde niebla con frecuencia. Rita sueña con ser atriz cantante. Tiene un novio hace un año pero las cosas no van muy bien. El la engaña y ella todavia no se dio cuenta. Es una chica sueñadora y vive la vida trabajando para mantenerse.Esta muy enamorada su novio yá no está enamorado deya, sale con otra chica.
En el hotel Rita tiene varias conpañeras de trabajo y una de ellas resolvió contarle todo lo de su novio,por medio de una carta. Rita es una chica buenisima muy amable por esa razón nadie si anima a contarle lo de su novio, Para no verla sufrir.Entonces le envian cartas.Una tarde muy fría Rita llega a su casa e está la carta debajo de sú puerta.Ella la recoge del piso, la abre e empieza a leerla.No pude creer en lo ue dizela carta.Se acerca a la ventana y siente como si fuera morir. Su corazón está partido, ella llora y ve su vida como una escena de una película .Como el día que conoció a su novio nevaba mucho, hoy después de leer la carta entiende que no es mas posible seguir su relación. Se Acuerda de cuando se conocieron. Nevaba y ahora por la ventana ella observa que está empezando a nevar.

Mientras unos critican, otros se comunican...

Desde la invención de la escrita los instrumentos para la comunicación verbal evolucionan sin parar. Diferentemente de la escrita guardada en libros, hay mensajes que necesitan llegar de alguna manera a su receptor. Ya existieron palomos correo, mensajeros corredores o en caballo, el correo marítimo y aéreo. Estos medios transportaban mensajes escritas a pena, después a bolígrafo, a máquina de escribir manual y eléctrica, hasta las impresoras a láser.

Hoy, a través de la internet es posible alcanzar el receptor del mensaje instantáneamente y sin necesidad de tinta y papel. La red creó la posibilidad de la comunicación instantánea, en tiempo real. No hay que esperar más que minutos, en se tratando de correo electrónico, o segundos en los chats de sitios de relación y softwares de mensajes instantáneos, entre pregunta y respuesta. Eso permitió el surgimiento de un nuevo tipo de lenguaje, destituida de la necesidad de corrección ortográfica y gramatical a causa de la prisa y de la efimeridad de tal tipo de comunicación. Lo importante es ser comprendido y buscar la síntesis.

La verdad es que, en principio, las personas usaban los chats e intentaban respetar las reglas de la ortografía y puntuación. Pero había problemas con los caracteres que no podían ser leídos en diversos editores de texto, principalmente en portugués, con tantas tildes y el malhadado cedilla. Sin embargo, muchas abreviaciones usadas en los chats ya eran utilizadas en borradores y procesos de escritura rápida en tinta y papel.

Lo problema es utilizar ese tipo de registro especifico en otros ámbitos, como el académico o profesional. Volvemos a la vieja cuestión de que hay que aprender y enseñar a escribir con clareza en la variedad estándar para que uno sepa expresarse y ser comprendido por medio de la escrita en cualquier situación. Como registro, el “internetés” es muy interesante, puesto que utiliza soluciones creativas para lograr la comunicación y no usa solamente palabras, pero símbolos muy interesantes para diversas situaciones y emociones del escritor.

Y si alguien clamar por los pobres niños y jóvenes que suelen ser alfabetizados en internetés vale recordar que ellos utilizan la computadora, los celulares o que sea, con autorización de los adultos, en casa o en la escuela, y que no vale criticar las estrategias de comunicación se uno nunca fue enseñado a percibir la diferencia entre una disertación y un chat. Es óbvio que la lengua de la escuela es la variedad estándar! Además, hay todo un universo de escrita en esa variedad y hay que concentrar los esfuerzos educativos en la posibilidad de acceso a esos materiales por la juventud, y no perder tiempo intentando condenar o limitar una modalidad de comunicación eficiente, popular y de uso estricto.