miércoles, 7 de septiembre de 2011

¡Preferiría el silencio!

De madrugada, me rendí a la incapacidad del escritor verter con sinceridad y satisfacción sus reflexiones en el papel. Como la lluvia que cae recubriendo mi jardín, las ideas ocurren, sin embargo, preferiría el silencio.
Pero dicen que la soledad torna el hombre improductivo y inútil, que el aislamiento es contrario a la ley de la naturaleza, por eso su proprio instinto busca la vida comunitaria, de modo a atingir el progreso, todavía mantengo mis desconfianzas.
También desconfiando de un enunciado que había escuchado, un hombre confesó que as veces le gustaba más el sonido compasado de un Culex Quinquefasciatus y que incluso no pretendía ser amado por sus lectores, preferiría la inquietud y discordancia de pensamientos.
Curiosamente, un niño leyera en el periódico, que los escritores más experimentados, no necesariamente, menos neuróticos, ya no revisaban sus manuscritos, sino que les entregaban a alguien, pues siempre que volvían a su texto cambiaban oraciones, adjetivos, párrafos, capítulos y así hasta la locura. Por un instante, espantado, pensó en la confusión mental del escribidor boliviano Pedro Camacho y sus radioteatros.
Un orador descubrió que aún que subiera todos los riesgos que cada enunciado abarcaba, todavía existiría la multiplicidad interpretativa. Se recordó de Fabiano, aquel nordestino sin apellido, con las manos gruesas, pies duros y barba pelirroja castigada por el sol, el personaje así como el restante de la familia para se comunicaren no utilizaban palabras efectivamente, sino que onomatopeyas, gestos, exclamaciones y refunfuños.
En cuanto atravesando la calle central, un borracho sentado en una caja, seguía contando, lentamente, las hormigas imaginarias que bailaban alrededor de su botella.
No muy lejano, en la escuela la profe de biología pacientemente, explicaba y escribía en la pizarra que en bajas temperaturas, ocurría el escalofrío, que se trataba pues de una función humana en respuesta al frío, en que los pelos se levantan haciendo con que una capa de aire se quede reposada sobre la piel, actuando como un aislante térmico.
Por la noche, el poeta imaginó que la lluvia radioactiva del accidente nuclear japonés, caería silenciosamente, mojando todo el heno que alimentaría el gado, que llegaría a los restaurantes o supermercados, y que también los peces, hasta las hojas de té estarían contaminados, sin que para eso fuera necesario una única palabra. Al lado, vivía su amigo y vecino Macariano, a quien le gustaba más una botella de vino do que de un poema, y que aseguraba también que los pájaros sabían solamente una cantiga, que el lunar era siempre el mismo. Por eso, decía que de tan monótono el mundo hacía morir de sueño.
En el día siguiente, en cuanto mi abuela cuestionaba perpleja porqué D. Quijote escribió una carta a Dulcinea del Toboso se ella no sabia leer, yo llevaba en cuenta lo cuanto me perdía en mi texto. Sé que en principio, tendría que describir cualquier cosa sobre el proceso de escribir. ¡Por Dios que sería un juego intrincado! Ai, que me toca el desánimo. Tal vez fuera menos exhaustivo juntarnos a Estragon y Vladimir para seguir esperando Godot.

1 comentario:

  1. Lindo texto en el que el torrente de ideas de la escritura automática se estabiliza sin perder la magia. Pues mantuviste la asociación de ideas, el desplazamiento de un motivo a otro, manteniendo un sutil nexo de unión. Y al final el círculo se cierra pues la angustia frente a la página vacía recuerda una escritura quijotesca destinada al vacío, o al más alto premio, según se mire.

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