jueves, 6 de diciembre de 2012


Fin

El intenso choque de la luz del sol le hizo cerrar los ojos y el pecho para la oscuridad de las ideas que le invadían a lo largo del día. El hecho de que ahora las cosas habían cambiado de rumbo mucho más que paz, le provocaban un huracán interior y le revolvían los sentimientos como la copa  de un árbol bajo la tempestad. La tela de mentira en que se descubrió envuelto le invadió tal cual el mar llena la arena que descansa serena y el hombre pasó a niño de un segundo a otro, deseando el amparo de su madre. Ahora era el fin. La mujer que amaba ya no era aquella que a lo largo de veinte años de convivencia  pensaba ser. Sus ojos verde oscuros ya no le pertenecían, tampoco el sexo que le había despertado de la niñez. El hombre ahora sabía que seguiría sólo y  la mujer, con el mismo vestido amarillo que usaba cuando se conocieron, se fue a otro destino.

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