jueves, 8 de diciembre de 2011

El accidente

Soy Juan, tengo ocho años, voy a contar la historia de mi accidente. Vivo en una de las islas de Cabo Verde, mis padres creen que existe algún problema muy grave conmigo. Pero a mi me parece que solo tengo una mirada diferente acerca de la vida.
Un día, mientras observaba unas gallinas y pensaba en la cuestión más seria de la existencia humana, desarrollé la teoría de que si torciera el cuello de un pollito y le enterrara en un hoyo bien fondo, la criatura pudría crecer de nuevo y con una cabeza más. Claro, para equilibrar el lado pendiente. Bueno, al menos tengo un tío uruguayo que también está de acuerdo conmigo.
El trabaja en el cementerio; Masallá. Está viejo el pobre. Pero lo admiro mucho, aún tiene músculos de peleador y me dicho que va a enseñarme algunos golpes. También me gustan sus historias... Cierta noche, me contó que, una vez a las cuatro de la madrugada percibió que tenía olvidado su reloj, probablemente, en una de las sepulturas que había ayudado a hacer la manutenciones. Entonces como no tenía sueño, decidió buscarlo, estaba caminando en la calle desierta, pero de forma muy particular, pues solo tenía una pierna, el aire estaba limpio y as veces volaban por su cabeza algunos murciélagos.
Llegando a su destino, en la parte central del cementerio, la luna se reflejaba en las tumbas desordenadas, ilegales, de los cadáveres que jamás existieron. Un poco más adelante, muchos perros cantaban alrededor de las lápidas violadas y solamente una lámpara se encendía y se apagaba, al compás del viento, fue cuando escuchó unos sonidos muy diferentes.
Mi tío es un hombre muy solitario porque mis primos están todos casados y viven alrededor del mundo. Es alto y cuando no toma sus remedios se queda demasiado agresivo y las venas de su cara parecen que van a romperse a cualquier momento. Sin embargo, es muy sensible y a el le gusta coquetear con su voz ronca.
Aquella noche después de finalmente recuperar su reloj que ahora marcaban las cinco de la madrugada, después de más algunos pasos, observó en el suelo los rasgos de una sombra muy misteriosa.
Pensó: - ¡Sea lo que sea no tengo nada que ver!
Pero la sombra cambiaba de forma y se movía lentamente, hasta que se fue. Los sonidos continuaban. A cada paso más, se pudría oír casi perfectamente. Fue cuando en la salida del cementerio encontró una mujer llorando, no restó otra opción y se acercó de ella. El sonido era el llanto de la joven, las gotas de sus lágrimas cayeron manchando todo el vestido rojo que llevaba puesto. Entonces, tranquilamente, con su voz ronca empezó a cantar:


- Ay de mí, llorona, llorona, llorona, llévame al río, tápame con tu rebozo, llorona
Porque me muero de frió.
La mujer que se llamaba Marisol continuó:
- Si porque te quiero quieres, llorona, quieres que te quieres más, si ya te he dado la vida, llorona ¿Qué mas quieres? ¿Quieres más?
Bueno, mi tío nunca detalló que ocurrió después de cantaren esta música y jamás me permitió oírla también. Solo sé que la joven estaba con problemas en su casamiento. Parece que el marido Juvenal, la cambiara por una otra joven de pelo verde y que esa hablaba latín con el perro. Esas historias me parecen absurdas, pero ahora estoy intentando aprender latín para hablar con mis gallinas.
Supo también que Juvenal, trabajaba como conductor de autobús y planeaba viajar por todo el mundo cuando estuviera jubilado, hasta que, un día el cielo juntó el nuestro destino...
Era el verano de 1991, mis padres y yo estábamos en la playa. A menudo, observaba la mar y jugaba con la pelota. De pronto ¡Se me la escapó!
Rebotando hasta la caótica calle siguió, seguramente intenté recuperar mi pelota, pero rebotado también fue cuando un autobús en alta velocidad me lanzó a unos 20 metros. Pienso que me llevaron al hospital.
¿La medica? de pelos verdes que en aquel instante pronunciaba cosas raras en latín, sabía que tendría antiguos conocimientos para hacerme despertar. Lestaninfa, fue hasta el tercer piso, se quitó la ropa y vistió la bata que había ahí. Observaba el cuerpo estático en la maca, ¿estaba muerto?
Sin embargo, en este mismo día Marisol se enfermó también, decía que en su jardín estaba surgiendo pollitos con do cabezas y fue hasta el único hospital de nuestra ciudad, pues creía que estaba volviéndose loca y descubrió toda la farsa al ver Lestaninfa con la bata. Fue una confusión muy grande. Pero Lestaninfa, que atendía una vieja con dolor en las espaldas, recomendó, o mejor obligó que pusiesen Marisol en una camisa de fuerzas y así fue.
No se cuanto tiempo pasó, o cómo llegué hasta ahí sólo sé que una noche oscura desperté en un bosque, vi un perro con características muy semejantes a una especie muy peculiar del norte de la Noruega.

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