jueves, 15 de diciembre de 2011

Escriviviendo

Voy a les contar una historia que escribí viendo:

Los últimos pensamientos de Ana Vida eran perturbadores para ella.

Caminaba por las calles imaginando una forma de escapar del dolor que sentía. Era como se hubiera una piedra enorme aplastándole el corazón. Andaba triste y deprimida, diferente de lo que era a algunos meses, pero los malos acontecimientos que ella no conseguía ni mencionarlos habían le dejado sin ganas de respirar. Ya no planeaba nada y estaba cansada de soñar en sentido contrario a la realidad.

Era un día gris, el mar estaba revuelto. Ana lograba verlo por el escaparate de la tienda donde trabajaba. Lo miraba y pensaba, haciendo un esfuerzo enorme para no pensar en nada, pero al pensar en no pensar, pensaba más y eso le volvía loca.

Decidió cerrar la puerta y atravesó la calle, caminando hacia al mar. Sentó en la arena mojada por la lluvia que había caído incesantemente por toda la noche y que aun caía sobre su pelo largo y liso. El pelo de Ana tenía olor de cereza.

Ella sentía que tal vez el mar pudiera ser la solución de sus problemas y concentrándose en eso, se echó en él y se dejó llevar por las orlas.

Nadie nunca más supo nada de Ana. Unos dicen que ella se ahogó y finalmente pudo sentir felicidad, pues logró éxito en la última cosa que más deseaba en vida: Morir. A veces cuando venta mucho se puede sentir el olor de cereza de su pelo.

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