jueves, 1 de diciembre de 2011

Nacho

Ya pasaba de las seis. Ventaba mucho. Lestanifa volvía del bosque con su perro Nacho. Todas las tardes Lestanifa salía al bosque, pues no aguantaba quedarse tanto tiempo en casa. ¿El motivo? Su abuelo. Era un tipo asqueroso. De familia uruguaya, tenía pelos que le salían de las orejas, era alto, baboso y le restaban pocos hilos rubios en su cabeza.

Cuidaba de ella desde la muerte de sus padres, pero era muy agresivo. Quizás porque Lestanifa era adoptada.

Lestanifa era una buena chica. Hacía todo para tener la aprobación de su abuelo, a pesar de no gustar ni un poco de él. Trabajaba, era independiente y además de eso pagaba las cuentas de la casa. El viejo era jubilado, tenía solamente una pierna y era un hombre ávaro. A veces ella hacía una locura como pintar el pelo de verde y cortarlo ya que su abuelo decía que pelo corto era cosa de mujer pedinte.

La casa en donde vivían tenía aires funebres no importaba la fecha del año. Quedaba de frente para el mar y había un cementerio al lado donde toda su familia estaba enterrada.

Lestanifa tenía diez tíos todo hijos de su abuelo Alfonso Mustafeo, pero ellos estaban sueltos en el mundo, nadie lograba quedar tanto tiempo com él. A pesar de viviren juntos, los dos se sentían siempre en la soledad.

En aquél día cuando volvía a la casa, Lestanifa estaba soñando acordada y haciendo planes para el futuro con Nacho. Los dos conversaban en latín discutían la idea de que en algun mundo paralelo había otra Lestanifa feliz y bien, lejos de aquél viejo. Imaginaba que él pudiera haber sido abducido o podría haber fallecido naturalmente debido a su vejez y entonces ella finalmente podría irse de aquél lugar que tenía olor de muerte.

Lestanifa llegó y fue hacer la cena de su abuelo.

Él estaba como en todos los días esperandola en la silla que había adelante de su casa.

Después de comer Mustafeo tenía la costumbre de acostarse y mirar la tele, pero en aquél día algo lo enojaba. Nacho llamó Lestanifa para que ella acudiera su abuelo. Él estaba parado inmueble como una estatua. Lestanifa pasó las manos adelante de los ojos de su abuelo y como él no reaccionara llamó una ambulancia.

En el hospital fue hecho todos los examenes posibles, pero nadie lograba discubrir los motivos de tal paralisía. Nacho estaba proibido de entrar en el hospital, porque era un perro entonces tuvo una idea.

Lestanifa buscaba a alguien que pudiera darle noticias de su abuelo, cuando encontró un señor que charlaba con una enfermera sobre el diagnóstico de Mustafeo. Lo miró y lo llamó, pero tuvo una sorpresa al ver que el médico nada más era que Nacho. Los dos conversaban como se uno no conociera el otro delante de la enfermera.

Por fin se quedaron solos y aun sin saber lo que había pasado con Mustafeo.

Al día siguiente Mustafeo estaba aun más morado. Los médicos decidieron llevarlo a la UVI. Nacho se ofreció para ayudarlos y como nadie desconfiaba de su disfráz aceptaron.

Cuando iban subir la escalera Nacho tropiezó en su bata que estaba grande haciendo con que la camilla de Mustafeo diera una sacudida. Mustafeo dió una engolida y saltó sonrieyendo como un loco. Besó a todos que estaban alrededor de él y dijo:

-¡Gracias Nacho, yo tenía un coco pegado en la garganta y tú me lo sacaste, gracias!

Todos miraron al perro admirados por no lo haberen reconocido.

Nacho percibió que una vieja estaba corriendo en su dirección. Intentó huir, pero era demasiado tarde. Ella lo tomó en las manos y lo golpeó.

-¡Nacho despiertate! Ya son más de las seis y sabes que mi abuelo se quedará enojado por el retraso de la cena.

Miró a Lestanifa atordoado y se dió cuenta de que todo no pasaba de una pesadilla.

Ya pasaba de las seis. Ventaba mucho.

1 comentario:

  1. En este cuento apareció lo inesperado (a la vez divertido y surreal): el episodio del hospital era, en verdad, un sueño del perro de Lestanifa. Nacho tomó vida propia y sueños propios. También hay un toque de ternura en el cuento, pues a pesar de los terrorífico del abuelo nadie quiere que se muera (como en la mayoría de los cuentos). El relato termina con un toque de melancolía. Hay que seguir viviendo, son las seis, hay que preparar la cena.

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