miércoles, 30 de noviembre de 2011

Acasos de la vida



Al fondo el latido de un perro y luego atrás una joven caminando pensativa por entre los árboles en la orilla del lago Hauktjern. Su nombre es Lestanifa. La gente del poblado dice que la muchacha tiene un belleza excéntrica, con su pelo curto y con un tono medio verdoso, encantando a los hombres y causando envidia a muchas mujeres. Pero en estos últimos días "Nifa", como es llamada por las personas del local, anda muy triste, porque un grande amigo suyo, que ha hecho en una de sus visitas voluntarias al hospital tuvo una crisis de identidad, asumiendo la función de un médico y case cometiendo un delito al consultar una vieja, que no pasaba bien. Al final, Fito, como le llamaban las personas de allá, acabó en una camisa de fuerza y a millares de kilómetros, en la Casa Santa Helena, un lar para personas con disturbios mentales.

Así algunos días después, la muchacha recibe la noticia de su padre, de que irían viajar para Uruguay, para visitar algunos parientes de su madre y conocer la región. Pero lo que Nifa no podía imaginar es que, algunos días después, entraría en su vida una persona que volvería a tornar sus días más alegres y coloridos. Pero la tica creía que esta viaje sería una buena oportunidad para olvidar de los últimos acontecimientos y conocer a nuevas personas y locales.

Así, hecha las malas partirán rumbo a Montevideo y cuando llegaran allá, la muchacha quedó encantada con la gente y la arquitectura de la ciudad. Pero la familia de su madre vivía distante 420 km de la capital, en una pequeña ciudad llamada Las Piedras. Durante el trayecto la joven admiraba la rica y interesante paisaje que rodeaba las diferentes regiones, y en algunos momentos, incluso, recordó y sintió falta de su amigo Fito. Pasado seis horas de viaje, llegaran finalmente a la ciudad, deshicieron las malas y se instalaran en una bella casa, rodeada de arboles y próxima al mar. ¡¡Ah el mar!! Nifa adoraba la naturaleza, sentir el viento tocar su pelo y el de la pulsar de la tierra bajo sus pies. Los días que siguieron, fueron agradables, aun que solitarios, porque no había gente de su edad para que ella pudiera charlar. Pero pasados cinco días, Nifa decidió seguir una trilla que había en el canto derecho de la playa para ver hasta donde llevaría. Pasado algunos minutos de caminada y costeando el mar, la muchacha llegó a una pequeña playa, con una única casa perdida en medio al bosque, que de tan graciosa, despertó gañas en ella para aproximar y verla mejor. Al aproximarse de la casa miró a un hombre viejo, baboso, alto y con una apariencia agresiva, que tenía el pelo rubio grasiento con un remolino, con grandes orejas y el pelo del nariz blanco. El viejo llevaba bigote, tenía los ojos azules almendrados y músculos de peleador. La figura del hombre le causó espanto y hizo con que la tica se apartase cuidadosamente de la casa y volviese corriendo para la suya. Para la figura de aquél hombre misterioso no salía de su mente y en el día siguiente la tica preguntó a unos pescadores ¿quién eral él? Ellos le contaran que era un viudo, que tuvo diez hijos con el gran amor de su vida, Dueña Quitina, que acabó muriendo hacía 2 años. Con la muerte de la madre y los hijos ya crecidos y todos casados, fueron vivir alrededor del mundo y el viejo quedó solito en su casa. Los pescadores aún dijeron que el hombre ya había sido un gran pescador, y que incluso, había perdido una pierna e una de sus viajes al mar, y que con el pasar de los años se encarceló en su mundo. Nifá lastimó la situación del viejo y fue otra vez hasta la casa para observarlo mejor. Cuando llegó allá, extraño que no había nadie y entonces se aproximo de la casa. Mientras subía el escalón, su mano se prendió en un gancho de pesca, que acabó por cortarle la mano. De repente el hombre surge en el otro lado de la casa y empieza a aproximarse de la tica. Ella sin saber qué hacer, ya que estaba presa en aquel aparato, se vuelve muy nerviosa y con miedo ante el hombre. Esté se aproxima y agarra la mano de Nifa, soltando el gancho que la prendía. En este momento más sangre empieza a salir, y el hombre en el más completo silencio, saca un pañuelo que tenía en su bolsillo, y restaña el sangre. Atemorizada con la situación la tica salió caminando rápidamente, pero en la mitad del camino, se dio cuenta de la generosidad del viejo y entonces decidió volver y agradecer al hombre.

Cuando llegó el hombre estaba limpiando el balcón sucio de sangre. Mientras la tica intentaba establecer una comunicación con el hombre, este no la miraba y seguía haciendo los mismos gestos. Pasado algunos minutos, Nifa se sentó en la escalera y permaneció calada por algunos minutos en silencio, hasta que el viejo se aproximó y sentó al lado de ella. Los dos se quedaran mudos y contemplando el mar, por un largo instante. Nifa no había percibido que había en el alto de la montaña y lejos de la casa, un cementerio, donde se podían oír las olas chocando contra las rocas. El reflejo del sol, relucía en las pocas tumbas desordenadas, ilegales, de los cadáveres que jamás existieron. Quizá con la luna acorría el mismo. El latido de los perros que rodeaban las lapidas violadas por el desgaste del tiempo, sonaban como una lamentación por algo que fue y no vuelve más.

¡Qué lindo lugar! pensaba Nifa.

Pero la noche empezaba a bajar e ya era hora de volver para su casa. En este momento ella se vuelve en dirección al hombre y con una voz doce le dice "- muchas gracias por ayudarme y me perdone por invadir su casa". El hombre move su rostro en dirección a Nifa, y sin decir una única palabra, le abre una sonrisa, mientras se levanta y sigue en dirección al mar.

1 comentario:

  1. Los personajes que construimos en clase son tan misteriosos que su propia descripción ya produce historias implícitas. Aquí lo desconocido apareció hecho instancia de pérdida (la locura de Fito), de temor (el personaje del bosque) y de ternura.

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