domingo, 20 de noviembre de 2011

Punta del Diablo

Ya era noche en Punta del Diablo, tan sólo la luna llena revelaba los contornos del paisaje y el sonido lejano de un viejo tocadiscos se mezclaba al ruido de las olas que golpeaban las rocas. Se oía la voz llorona y anclada en las entrañas, desgarrada…el sonido perezoso de las cuerdas de la guitarra, el llanto de Chabela Vargas…

Sus ojos se cerraron
Y el mundo sigue andando,
Su boca que era mía
Ya no me besa más.
Se apagaron los ecos
De su reír sonoro
Y es cruel este silencio
Que me hace tanto mal...

Una lágrima dejaba su huella salada en el rostro de Lestanifa. Su verdadero nombre era Leticia, demasiado común para una personalidad excéntrica. Desde pequeña se sentía rara, no se encajaba en el grupo de la escuela, las niñas no querían jugar con ella y los niños no le hacían caso. Empezó a aislarse cada vez más, a los trece años se metió en el baño y tras una hora y media salió con el pelo corto y verde. Se pasaba horas trancada en la biblioteca, le gustaban la literatura fantástica, principalmente Poe, a veces se sentía como el personaje de "El pozo y el péndulo" esperando a que la muerte llegara. Estudiaba lenguas, hablaba árabe, comprendía algo de chino y un poco de latín. Practicaba con su perrito Salchicha el único que tenía paciencia para aguantar sus excentricidades. Con la familia se comunicaba por monosílabos.

Un día, en la pequeña biblioteca del pueblo encontró un libro de capa negra lleno de polvo, en la capa estaba dibujada la cabeza de un viejo con cuernos de cabra, el título era “Un diablo en Uruguay”, contaba la historia de un terrateniente que tenía una finca en la que muchos hombres y mujeres trabajan en régimen de esclavitud, gente pobre y humilde, que trabajaba a cambio de comida. El terrateniente se llamaba Don Felixberto y era un hombre amargo y solitario. La peste había matado a su esposa e hijos. Desde entonces se había vuelto cada vez más cruel y sádico. Se acostaba con las labradoras y, cuando se quedaban embarazadas, las obligaba a abortar tomando tés de hierbas malditas. Un día el viejo se emborrachó y una vela incendió el cortijo. Sólo sobraron cenizas. Desde entonces dicen que en las noches de luna llena se oye su llanto y de vez en cuando algunas ovejas aparecen muertas y mujeres sufren abortos inexplicablemente, por eso cambiaron el nombre de la villa para Punta del Diablo.

Lestanifa recuerda esta historia justo ahora que está en la finca de su abuela en esta misma villa. La familia la mandó para cuidar a la señora que se quedó viuda hace unos meses y es una persona muy mayor. "Así se libraron de la oveja negra de la familia" pensaba Lestanifa. La música de Chavela la emocionaba porque expresaba el dolor de la cantante lesbiana que nació en el cuerpo equivocado y Leticia, o mejor, Lestanifa también se sentía así.

Tomó el último trago de coñac que quedaba en la botella y se fue tropezando a casa. Al llegar a la habitación se acostó en la cama y sintió un pequeño bulto debajo de la almohada…"Una bolsita llena de sal gruesa. Pobre abuela, tan ingenua se cree todas las historias que le cuentan". La gente del pueblo decía que ese amuleto servía para ahuyentar al viejo diablo.

Al poco rato de acostarse empezó a soñar…La voz de un hombre viejo, ronca y babosa cantaba la canción de Chavela en su oído. Tenía el pelo rubio y grasiento con un remolino, de los orificios de sus grandes orejas y de la nariz brotaban mechones de pelos grises. Lleva bigote, tenía los ojos azules almendrados y músculos de peleador…"¿Me llamaste chiquita? Vine a buscar tu alma, este no es tu lugar, este cuerpo no es tuyo, tú lo sabes…" De repentes sus ojos se volvieron negros y relucientes como escarabajos y la piel se le llenó de escamas…las uñas se volvieron metálicas y un olor repugnante de azufre impregnó el aire…

Con mucha dificultad, Lestanifa abrió los ojos y la claridad de la habitación blanca se los hizo cerrar de nuevo. Los párpados le pesaban, intentó moverse pero parecía que estaba atada, y realmente estaba atada. "¿Qué es esto? ¿Dónde estoy? Parece un hospital, y esto parece una camisa de fuerza. Qué dolor de cabeza…" Intentó gritar, pero la voz le salía muy baja…"Sáquenme de acá…suéltenme…"

La abuela entró en la habitación y le dijo: - Leticia, mi amor, no te preocupes estoy a tu lado. ¿Qué te pasó mi niña? Te tomaste media botella de coñac y unas pastillas antidepresivas. Oí tus gritos lejanos, salí a buscarte y te encontré cerca de la playa, donde está el cementerio clandestino…

Las palabras de la abuela le trajeron imágenes desordenadas como un flashback…la luna reflejaba en las tumbas desordenadas, ilegales, de los cadáveres que jamás existieron. Muchos perros ladraban alrededor de las lápidas violadas y la lámpara del farol se encendía y se apagaba, al compás del viento.

La abuela lloraba. - ¿Qué te hiciste mi vida? Tenías un pedazo de vidrio en la mano y estabas toda cortada, llena de sangre. Quise acercarme pero me empujaste, rugías como un monstro, llamé al hospital, tuvieron que inmovilizarte entre 4 hombres, te inyectaron un tranquilizante y te pusieron esta camisa de fuerza para que no te hicieras más daño…duermes hace 7 horas seguidas…

- Ay abuela, me duele todo, me siento mareada, creo que voy a vomitar…Necesito ir al baño, ayudame a sacarme esta camisa, por favor… La abuela le desató la camisa y la ayudó a levantarse. Lestanifa se apoyó a la pared y llegó hasta el baño, abrió la puerta y se miró en el espejo…

Un grito inhumano resonó en el hospital…el sonido de un cristal roto, la abuela pedía ayuda, una alarma disparó, los enfermeros corrían a la habitación. Lestanifa babeaba, rugía, rompía todo, arrojó una silla contra un enfermero que intentaba acercarse y salió corriendo por el pasillo, subió las escaleras hasta el tercer piso, se quitó la ropa y antes de que los enfermeros pudieran alcanzarla se tiró por la ventana y se quedó muerta en el suelo. Se oía el sonido lejano de un viejo tocadiscos "Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando..."

Cuando Lestanifa se miró en el espejo y no vio su imagen reflejada, comprendió que ya no tenía alma.

2 comentarios:

  1. Realmente parece un cuento de Poe, de aquellos que hacen seguir al lector la incredulidad del personaje, hasta que ambos ven defraudado su escepticismo por algo que los supera. El terror (¿a la locura? ¿a lo desconocido? ¿a un mundo sin alma?) es compartido, profundo. Da escalofríos.

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