jueves, 3 de noviembre de 2011

La momia

Abrí los ojos. Todo blanco, una luz tenue. ¿Estaría muerta? Había olor a flores. Traté de inclinarme pero no pude, tenía todo el cuerpo envuelto en gasas. Me moví un poco y un dolor lancinante invadió todo mi cuerpo, era la prueba de que estaba viva. Empecé a gritar desesperadamente y entro un hombre también de blanco. Estaba en un hospital. Le pedí al médico que me diga que pasó, que clase de broma era esa, por qué me vistieron de momia? El médico tenía esa cara común de médico, casi sin expresión, aunque no lo toqué, podía imaginar que tenía manos frías. Agarró una silla y se acercó a mi cama, se aclaró la garganta suavemente y empezó a contarme: Mientras mis padres y yo dormíamos, alguien prendió fuego nuestra casa. La policía dice que no hay dudas de que fue un incendio criminal. Me avisó que en seguida sería interrogada, querían saber si mis padres tenían algún tipo de enemigo

- No sé… ¿Por qué la policía no les pregunta? - dije yo

- Lamentablemente no será posible…

- ¿Por qué?

- Porque tus padres murieron en el incendio.

El olor a flores que sentí venía de los muchos ramos que recibí, con tarjetas lamentando mi perdida.

El médico mira al piso blanco muy limpio, luego me mira. Dice que tuve mucha suerte de no estar muerta, mucha suerte de que los bomberos hayan llegado a tiempo de salvarme la vida, pero las llamas me alcanzaron y quemaron toda la piel de mi cuerpo. En algunas partes fue más profundo, en otras, superficial, pero no atingió ningún órgano vital. Mientras dormía, mi acolchado de polyester se prendió fuego y en pocos segundos se me pego totalmente al cuerpo, hasta el cuello. Fue muy difícil, me contaba, arrancar los pedazos de tela en la cirugía. Estuve en coma una semana. Mis padres ya están enterrados y semi-podridos, si es que quedó algo de carne sin quemar como para pudrirse.

La policía entró, después de las condolencias empezaron las preguntas. El oficial quiere saber si sospecho de alguien, a lo que contesto que es difícil imaginar que alguien sería capaz de hacer algo tan terrible.

- ¿Has tenido alguna pelea o discusión recientemente?

- No… Bueno, sí, con mi novio. – y me pongo pensativa. – Estamos por casarnos le dije que quizás aún no sea el momento, entonces tuvimos una discusión de parejas, ya sabes.

Un par de preguntas más sobre mi novio y el oficial se va. Me vuelvo a dormir.

A la mañana me despierta otra vez esa luz que se hace tenue con las cortinas blancas. Luz hospitalaria. Estoy aburrida y prendo la televisión. Dibujos animados. Programas de culinaria. Propaganda. Película empezada. Noticiero: veo a nadie menos que mi novio con siendo preso en directo, acusado de ser es responsable del incendio que mató a los padres de su prometida y la dejó 95% quemada. La policía afirma que encontró botellas con gasolina y cerillas en el baúl de su auto, es el principal sospechoso y le decretaron prisión preventiva.

La tragedia atrae a la gente como lo que hace la vaca atrae a las moscas. La televisión repite una y otra vez las noticias trágicas, la gente dice “oh, qué triste”, se quedan con el tenedor a medio camino y suben el volumen, luego lo comentan en la cena y al día siguiente en el trabajo. Por cierto tiempo todos saben quién es Fulano (vivo o muerto) tan solo por algo muy terrible que le haya pasado, desde que tan terrible al punto que la televisión juzgue que traerá audiencia.

Fue lo que pasó conmigo, mis visitas que se limitaban al médico y una amiga del vecindario aumentaron abruptamente, incluso de parientes que no sabía que tenía, y me llegaban mensajes de gente que no conocía deseándome fuerza y que me mejore. Trataron de hacerme entrevistas en el hospital, un reportero me preguntó si estaba satisfecha con la prisión de mi novio, luego me filmaban de cuerpo entero, toda envuelta, exhibían mi tragedia. Pero cuanto más me exhibían más empatía le causaba a la gente. Por algún tiempo… Como cualquier “tragedia televisiva”, no tardo mucho para que me substituyeran por una violación seguida de asesinato, en seguida, una bomba en la embajada de Francia y cosas así.

Finalmente la piel dejo de supurar y me dieron alta. Estaba tan acostumbrada a usar las gasas alrededor de mi cuerpo que aunque el doctor me aconsejo que dejara la piel respirar, seguí enfajándome. No quería tener que convivir con lo que había quedado de mi cuerpo. Nunca más.

Llamé al periódico local y le pregunte al redactor si le interesaba publicar mi historia contada por mí. El hombre se interesó bastante, pues pese a que no fuera el tema que estaba estallando el momento, todavía podía rendir. Quedamos con que yo le escribiría el relato y el vendría a buscarlo a mi casa por la mañana. Haciendo este relato, señores lectores del periódico Gran Ciudad, les cuento la parte que faltaba de mi triste historia:

Se acuerdan que hace un rato mencione la visita de una amiga en el hospital? Bien, su primera visita fue antes del interrogatorio con la policía, y en esa visita le pedí que me haga un pequeño favor, distraer a mi novio y poner botellas con gasolina y cerillas en el baúl de su auto. Es que nunca supe como terminar una relación y la oportunidad me pareció ideal. No me veía llevando una mediocre vida matrimonial. No es que Pedro fuera un mal tipo, en realidad lo que tuve que hacerle fue consecuencia del fallo de mis planes.

¿Mamá, papá, es verdad que cuando te morís quemado te purificas y llegas más rápido al cielo? ¿O las llamas de nuestra casa habrán sido un happy hour para lo que los esperaba en el infierno?

El plan era que yo me fuera también. Yo prendí fuego la casa. Tomé muchos de los medicamentos que me receto el psiquiatra y me dormí rápida profundamente. El plan era dormirme para siempre, esperar que el fuego viniera a buscarme. Tantos años de terapia y no superé nada, todo lo que aprendí es que la culpa de lo que soy la tienen mis padres. No sería justo simplemente suicidarme mientras ellos seguían vivos. Bien, quise terminar con toda esta familia hipócrita e infeliz de una sola vez, pero los bomberos llegaron antes.

Después vino la “fama instantánea” y con ella recibí la atención que siempre quise. Era morboso, pero me estaba empezando a gustar eso de ser una momia. Me gustaba que me tuvieran lastima, me gustaba ser expuesta y comentada por ajenos. Pero ya me estaban empezando a olvidar, y les digo a todos ustedes que creyeron que se conmovieron con mi historia, pueden odiarme ahora, yo maté a mis padres y mandé a mi novio a la cárcel.

Cuando lean esto ya estaré muerta, y esta vez lo voy a lograr, los bomberos podrán con el fuego pero no creo que puedan con un rifle. Espero que el redactor no aún haya desayunado cuando me encuentre.

1 comentario:

  1. Qué historia tan cruel. Tratas al lector como el espectador de programas sensacionalistas: también el lector se siente chocado por la historia del incendio; también el lector descansa después de saber los detalles. Quizá la historia secundaria sea la de nuestro mundo narcisista y paranoico. Lo peor que es que esta historia cruel está contada con fina ironía, y uno no puede dejar de reírse al leer la última frase.

    ResponderEliminar