jueves, 3 de noviembre de 2011

Dulce Aparencia

¡Ella está muerta! – Gritó la chica mientras corría casa adentro con el periódico en las manos.

-¿Quién murió, mi amor? – Preguntó la madre confundida por la mirada ausente de la niña.

-Miranda González, mamá – contestó entre sollozos.

Miranda González era una joven actriz y cantante venezolana que vivía en México desde sus trece años, cuando se mudó para trabajar en una película de bajo costo que fue muy prestigiada por la crítica del país. Ganó premios de actriz revelación y ahora había acabado de lanzar su primer sencillo, que la convirtió en sensación del momento.

Dueña de una voz singular y belleza caracterizada como “propia de las venezolanas”, Miranda, ahora con veintitrés años había sido invitada a presentar uno de los premios más importantes para hispanohablantes ofrecido por la emisora estadunidense Univisión: Los Premios de la Juventud.

Dos días después del premio, nadie sabía por dónde andaba la chica de ojos verdes como esmeraldas, pelo largo, negro y liso que caía hasta su cintura con rizos impecables en las puntas y dulce apariencia. Algunas personas decían que ella había salido de vacaciones, pero sus asesores nada comunicaban a la prensa.

Hubo chismes de que ella había huido con su novio Martí, hasta el momento en que él fue encontrado muerto en el coche particular de Miranda. A su lado había pertenencias de la famosa y rastros de sangre de la misma, pero ni señal de su cuerpo.

Los policiales llegaron al local del crimen tras un llamado anónimo y desde entonces toda la prensa no se alejaba un minuto siquiera para dejar a los fans con noticias calientes, como decían los reporteros.

Dos semanas después de lo ocurrido, la policía había cerrado las búsquedas por Miranda y ya la consideraba muerta. Sus próximos pasos serian descubrir cómo la dulce chica con carita de ángel había sido llevada a tan cruel final. Ellos decían que las evidencias apuntaban a un crimen pasional, y que no descansarían mientras no encontrasen al asesino. Para tal oficio, el licenciado Orlando Mascavéis, el más reconocido investigador de México. Era famoso por nunca haber perdido un caso y decía estar seguro que con este, no sería diferente.

Las investigaciones empezaron temprano en aquella mañana. Orlando, un hombre alto, bonito, como esos policiales típicos de series americanas, llegó a la comisaria y luego fue presentando a Jacqueline Mori, una agente designada directamente de la Interpol para ayudarlo con el caso.

-Buenos días señora…

-Señorita, señor. Jacqueline Mori a su disposición.

-¿Te gustaba esta cantante? – Pregunto él al mirar que la agente tenía un CD de la víctima en cima de su mesa.

-No. Yo estaba apenas enterándome del caso. – Contestó rápidamente.

-Bueno, creo que tenemos mucho trabajo que hacer. ¿Hay algún problema si nos quedamos trabajando por las noches aquí? – Dijo Orlando

-Ahora no más. – Dijo con una mirada triste. - Licenciado, tengo informaciones importantes sobre el caso. ¿Podemos empezar ahora mismo? – Continuó.

-Bueno, quiero todas las informaciones que ustedes logren de Miranda. Cómo estaba su situación económica, quiénes eran sus amigos, enemigos, por dónde andaba y hasta su comida predilecta. ¡Todo! ¡Quiero este caso resuelto hasta la media noche de este sábado!

El día siguiente, Jacqueline y Orlando fueron hacer una visita al agente de Miranda:

-Buenas tardes señor Roman. Dijo Orlando – Soy el encargado de descubrir lo que pasó con su estrellita. Esta es Jacqueline Mori y es agente de Interpol. ¿Podemos hacerle algunas preguntas?

-Pues sí, claro, pueden entrar.

-Señor Román, supimos que la Señorita González no quería mas trabajar con usted ¿es verdad?

-Pues, es que, no, ella solamente estaba muy cansada.

-Pero ustedes discutieron dos días antes de la premiación, ¿usted lo niega? – Dijo Orlando frunciendo el entrecejo.

-No, quiero decir, sí. No discutimos. Solamente conversamos un poco más acaloradamente, pero eso pasa con cualquier persona que trabaja junta. A veces no concordamos con el comportamiento de la otra persona y ahí eso pasa.

-¿Qué tipo de comportamiento? – Indagó Jacqueline.

-Miranda andaba muy distraída. No quería cumplir sus compromisos e incluso peleamos porque ella pensaba en cancelar su presentación en Los Premios de la Juventud. Yo no podría permitirlo, eso acabaría con la carrera de ella.

-Y con la suya – complementó Jacqueline que miraba en cada rincón de la sala con sus ojos almendrados, buscando pistas de la chica desaparecida.

-Sí, incluso la mía. – Contestó Román casi que perdiendo la voz.

-Bueno, eso es todo, no salga de la ciudad, podremos necesitar hablar con usted una vez más. – Tenga una buena tarde – Dijo Orlando saliendo, seguido por Jacqueline.

En la oficina de Orlando:

-Orlando, vi que en la sala de Roman está el trofeo que Miranda ganó por “Cantante Revelación” en Los Premios de la Juventud.

-Sí, yo también lo vi. Ya pedí que nos consigan una orden contra Roman.

-Señor, permiso, es que ya tenemos los resultados de la autopsia de Martí – Dijo un policial que acabara de llegar en la sala.

-Ok Jorge, gracias. Jacqueline, venga conmigo, vamos leer en el camino.

-¿Adónde vamos Orlando?

-A la casa de Roman, quiero certificarme que él no intente huir.

Con la autopsia en las manos, Jacqueline leía para Orlando perpleja con el resultado:

-No es posible, no había indicios de nada que indicase un asesinato, los peritos tuvieron que examinarlo tres veces. Al final se descubrió que el pobre se murió por una embolia provocada.

-Pero Jacqueline, ¿ellos están seguros de que fue provocada?

-No lo estaban hasta encontrar una jeringuilla con una aguja en el coche. Después percibieron que el brazo izquierdo de Martí estaba morado en la región de las venas. Había un agujero mínimo.

-¿Alguna digital?

-Sí, ¿adivinas de quién?

-¡Roman!

Tras de una larga declaración Roman fue considerado culpable por la muerte de Martí y Miranda. Las evidencias estaban todas contra él. Los reporteros publicaban en las portadas de los periódicos el final de la historia y todos con el título de “Asesor Asesino”

La investigación fue cerrada con la conclusión de que Miranda y su novio habían sido muertos por un loco apasionado que después de no lograr lo que quería, decidió que nadie más tendría la compañía de tan perfecta mujer. Su cuerpo jamás fue encontrado pero Jacqueline y Orlando prometieron no descansar hasta no encontraren el cuerpo de la chica más amada del país.

Fanáticos se desesperaban, flores eran dejadas en la puerta de la casa de la chica y siempre había homenajes a ella en algún punto importante de la ciudad.

Jacqueline volvió a la sede de Interpol y Orlando decidió que era hora de finalmente salir de vacaciones.

En un hotel en Houston se oyen golpes en la puerta:

-Puede entrar – respondió la chica que no sacaba los ojos del periódico.

-¡Hola mi reina! No sabes o cuánto te extrañe.

-¡Mi bella, qué guapa te veo! ¿Cómo fue todo en México?

-Pues, vine solamente para contarte como todo acabó.

-Ah, sí, por favor, estoy curiosísima, lo que sé es solamente lo que leí. Pero necesito decirte que me encantó el desenlace. ¿No soy la difunta más guapa que conoces, mi hermana?

-Sí Miranda, estás divina. – Contestó la visita.

-¿Sabes qué? Nadie me lo creía – dijo mientras sonreía malignamente al espejo – Nuestro padre siempre me dijo que yo solo era reconocida por mi belleza, pero yo…yo siempre supe que tenía potencial y es con él que voy a ganar un Oscar después que protagonizar en el cine la historia de mi rapto y como me salvé. Mi reaparición será triunfal.

-Yo siempre creí en ti, sabes de eso, ¿no?

-Claro que sé mi bella, y es por eso que quién va a encontrarme, serás tú.

-Entonces Miranda, ¿podremos empezar?

-Jacqueline mi cara, es hora del showtime.

1 comentario:

  1. Este cuento parece sustentarse en la sorpresa continua. Como en un relato de Borges el asesinato es planteado como una trampa; hay un cadáver ausente, un falso asesino, un motivo fantasma. La policía parece haber triunfado pero el lector sabe que algo no funciona. La sorpresa de la admiradora al enterarse de la muerte de su estrella se repite varias veces en el cuento hasta estallar al final.

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