El
tiempo no cura todo.
Eran
las 8 horas de la mañana, sus ropas estaban ya planchadas y listas
como de costumbre, su desayuno con sus semillas importadas, su jugo
de arándanos. La cortina blanca del balcón hacía con que el
paisaje que se veía por la ventana fuera aún más bello.
Su semblante altivo exigía a la criada hacer las cosas domésticas
con mejor calidad. Como siempre, ponía defectos en el trabajo ajeno,
principalmente si fuera ejecutado por una casta supuestamente
inferior.
Esta semana tenía que llevar su tía al hogar de ancianos, ya que en
la ultima visita se percató que la señora ya no podía vivir sola.
Un escape de gas, una puerta abierta, una ventana mal cerrada, las
ollas con comida vieja, todo este panorama desolador indicaban el
inicio de la enfermedad. La memoria de su tía no estaba nada bien.
Siendo su única sobrina, además de eso, una sobrina rica que tenía
amigos ricos y una reputación por mantener intachable, por supuesto
su tía se iba al más fino Hogar de Ancianos, con derecho a toda
clase de lujos de la gente abastada.
-¿Tía, como estás hoy?
-Bien como siempre. Te esperando como siempre. Eso parece que no
tiene fin.
-Que
tonterías dices tía. Ya llegué. De hecho, llegué en la hora que
te dije. Puntualmente!
-No. Tú nunca has sido puntual. Desde siempre nunca has respetado
horarios, y amenazaste llegar en la hora, pero como antes, llegas con
un retraso, eso no tiene perdón, eso no tiene perdón...
-Bueno tía, mi madre no pudo venir pues, como lo sabes, a ella no le
gusta salir de casa y no le gusta despedidas.
-
¡Tu madre! sí, tu madre...a tu madre muchas cosas no le gustan. A
ella es complicado complacer, pero, eso sí, le gusta dividir la
gente, maltratar la gente, hacer doler los corazones. Ella cree que
sabe la verdad, que es dueña de la verdad, que puede decidir todo.
-Bueno
tía, tu sabes, tengo prisa, tengo mis compromisos, estoy llena de
trabajo. Te llevaré, te dejaré allá...y luego tendré que
salir,...por supuesto, te visitaré...
-Eso te dije yo hace tanto tiempo. Y ahora, porque no he cumplido mi
promesa, me dices mentiras. Tu me dejarás allá en esa casa para
viejos y puede ser que me visitarás en la segunda semana, pero,
después.... después te olvidarás de mi...son muchos los
compromisos...yo sé...el tiempo pasa, pasan los años...y se cosecha
al final la soledad que hemos plantado.
-Mi
madre me dijo que tú has sido una mujer muy bella, muy llena de
compromisos, de novios, de amores. Que has tenido la vida que has
soñado.
-¡No!
He tenido la vida que me han impuesto la gente de la alta clase, con
vergüenza de los chismes y de los comentarios. He perdido mucho,
pero lo he merecido por ser débil.
-¡Tía, acá es la casa, grande, bella, mira el jardín: tiene un
columpio!
-¿Sobrina, a ti te gustan los columpios todavía? Me acuerdo bien
que cuando me fui, te encantaban...era facil, muy facil te dejar
allí, pues por un columpio hacias la fiesta.
-¡Como te dije, estoy llena de trabajo! Me tengo que ir.
-¿Sobrina,
porque no tienes hijos? Me harías tan feliz si tuvieras un hijo...
-¿Que
pregunta ahora tía...?
-Antes que te vayas, me lleves al columpio, por favor.
-¡Tía,
no tengo tiempo para que yo te pueda columpiar ahora...por Dios!
-No,
no has entendido nada de nada...yo te quiero columpiar. Sepas que ya
no hay motivos para prisa. Un día el tiempo ya no tendrá tanto
valor. O tendrá tanto valor, que no querrás saber, para que no
duela...dolor...me duele tanto...
Mientras
las dos seguían por más unos instantes de conversación, los ojos
verdes de la sobrina miraban al reloj, y los ojos verdes de la tía
miraban los cabellos de su sobrina, las manos de su sobrina,...las
manos, los ojos... pensaba: Ya no hay motivos, ya no hay nada que
decir.
En esta historia de silencios y ausencias, la segunda historia también permanece callada. El abandono se repite banal, cruel, con las de excusas de siempre, pero en esa reiteración se perciben claramente motivos ocultos que permanecen sin decirse. Esa sospecha, inserida y no aclarada, le da gran fuerza al cuento.
ResponderEliminar