domingo, 16 de septiembre de 2012


En año de 1972, cuando Salvador Allende era presidente de Chile, tuve que cambiar mi
nombre Carlos Wieder para Alberto Ruiz – Tagle por causa de la dictadura en el país.
En este periodo iba al taller de poesía de Juan Stein en Concepción, la llamada Capital el Sur
una vez por semana para compartir de la compañía de mi compañero de idelaes políticos, Roberto
Bolaño. No hablamos demasiado, apenas de política, revolución y lucha armada. La lucha armada
que nos iba a traer una nueva vida y una nueva época, pero para la mayoría de nosotros era como un
sueño o más apropriadamente, la llave que nos abriría la puerta de los nuetros sueños, los únicos por
los caules merecia la pena vivir.
Aunque vagamente sabia que los sueños a menudo se conviertanen pesadillo, eso no
importaba. Yo tenía veintetres años y Roberto dieciocho, estudiábamos en la Faculdad de Letras,
menos las hermanas Garmendia, que estudiaba sociología y psicología. Me consideraba un
autodidacta, pero mis compañeros decian que yo vestía y hablaba demasiado bien para no haber
pisado nunca en una universidad. Fui elegante, aunque a mi manera, mis eran ecléticos: as veces
vestia terno y corbata, otras veces con prendas desportivas, no desdeñaba los blues jeans ni las
camisetas. Siempre llevaba ropas caras, de marca. Mi compañero Roberto no creía que los
autodidactas chilenos, siempre entre el manicomio y la desesperación fueron elegantes. Mi padre y
mi abuelo habían sido proprietário de un fundo cerca de Puerto Montt.
Resolví contar a Verónica y Angelica Garmendia que decidí dejar de estudiar a los quince
años para dedicarme a los trabajos del campo y a la lectura de la biblioteca paterna. Nunca me
vieron montar a caballo porque a mi no me gustaba. Supongo que había mucha envidia en cerca de
mi persona, talvés porque soy alto, delgado, fuerte y de facciones hermosas. Según Bibiano O
´Ryan, yo era un tipo de facciones demasiado frías para seren hermosas, pero claro, Bibiano afirmó
esto a posteriori y así no vale.
No sé porque sentian celos de mi. El plural es excesivo. Roberto sentía celos de mí y
Bibiano compartía. El motivo, por supuesto, eran las hermanas Garmendia, gemelas monocigóticas
y estrellas indiscutibles del taller de poesía. Las veces tenía la impresión de que Juan Stein dirigía
el taller para beneficio exclusivo de ellas. Eran, admito, las mejores.
Verónica y Angélica Garmendia tan iguales algunos días que era imposible distinguirlas y
tan diferentes otros días (pero sobre todo otras noches) que parecían mutuamente dos desconocidas,
cuando no dos enemigas. Stein las adoraba. Éramos los únicos que siempre sabia quién era Verónica
y quién era Angélica.
Sobre ellas yo puedo hablar, las veces aparecen en mis sueños. Tienen mi misma edad y son
altas, delgadas, de piel morena, pelo negro muy largo, como era la moda en aquella época. Tan
bellas, tan perfectas que a mi parecía rídiculo que toda la gente desperdiciase tiempo observando mi
persona que soy un tipo simples, sin secretos ni misterios y tampoco búen narrador.

1 comentario:

  1. Buena reescritura del texto original, usando las mismas expresiones, pero cambiando el punto de vista.

    ResponderEliminar