domingo, 23 de septiembre de 2012

Llueve


4 comentarios:

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  2. Seis de la tarde. Salida del trabajo. Tránsito. Aburrimiento. Todo gris. Todo estático y mucho que hacer. El cielo. Mucho que hacer. El coche al mi lado es amarillo. No me gusta ese color. Empieza a oscurecer. Mucho que hacer. Llega la noche. Mucho que hacer. El cielo. Frustración. Miro sin mirar. Impotente. Empiezo a ver. Percibo los puntos mágicos que me caen frente los ojos. Son como pequeñas vidas venidas del nada. Vienen del cielo. Son gotitas que refleten distintos colores. Pingos de luz de las alturas. Se me caen en el parabrisas, se transforman, se transmutan y escurren, ¿para dónde? Es complejo. Es bello. Es fascinante. No hay más mucho que hacer, hay mucho que observar, que sentir, que vivir. ¡Estoy en éxtasis!
    No veo el tiempo ni el asfalto recorrido, llego en casa. Y con el cerrar de la puerta del garaje, la vida vuelve “al normal”. Hay mucho que hacer.

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  3. Noche. Salida del trabajo. Tránsito. Todo gris. Todo estático y mucho que hacer. El cielo. Mucho que hacer. Aburrimiento. Mucho que hacer. El cielo. Mucho que hacer. Impotente. Miro sin mirar. Empiezo a ver. Percibo los puntos lumiosos que me caen frente los ojos. Son como pequeñas vidas venidas del nada. Vienen del cielo. Son gotitas que refleten distintos colores. Pingos de luz de las alturas. Se me caen en el parabrisas, se transforman, se transmutan y escurren, ¿para dónde? Es complejo, pero es bello. No hay más mucho que hacer, hay mucho que observar, que sentir, que vivir.

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