domingo, 16 de septiembre de 2012

Ensayo inacabado de una vida no vivida.

 Yo soy un ser vacío. Sin ganas de vivir. Y no es un mal del siglo como diria Byron, es un mal del alma. En verdad, no es un mal, no es nada. En mi cabeza una nube de pensamientos oscuros son parte integrante de mi cotidiano, vivo con ellos, son oscuros, pero un oscuro distinto, un oscuro tonalizado de rubio, rubio-sangre. Soy conocido aquí, en Concepción, por el nombre de Tagle, Alberto Ruiz-Tagle, pero este nombre a nada me apetece, pero es necesario un nombre nuevo para una nueva cara, y era eso lo que yo necesitaba: una cara limpia. Las personas, en general, me aburren. Son fútiles, con pensamientos fútiles, y muchas veces se enmascaran por detrás de palabras filosóficas, pero solamente por el placer de oralizar palabras cultas, ya que, me parece, es algo tan lejos de sus vidas mediocres. Cuanta hipocrisia. Se me fuese permitido, mataría a todos, como se hace con los inseptos indeseables en las casas del suburbio, las cucarachas; De fato, cuando se mete fuego en un hogar cerrado, como un bar bohemio de esta ciudad, salen todos corriendo locos, como se fuesen morir por tragar un poco de humo. Sus caras desesperadas me diverten, realmente se asemejan a las caras de asombro de artrópodos. Pero no mato, porque no tengo ganas de eso, no tengo ganas de nada, soy nada. Vivo aqui solamente por no poder más estar en las estancias, donde vivia mi família, solamente por ter causado la muerte de mi papá. No fue algo terrible, era casi una costumbre matar al hombre que deseaba mujer ajena, como en un duelo, donde dos hombres disputan el amor de una mujer, que en el caso era mi mamá. Sí, yo queria mi mamá, no como madre, pero como amante, como mujer que era, quería tenerla como mi señora y mi padre era un obstáculo a ser derrotado. Lo descuartizé y tiré sus órganos a los perros de la hacienda, le tratando como el cerdo que era, repugnante y asqueroso. Yo sólo pensaba en mi mamá, en el momento en el cual la tomaría en mis brazos, apretando sus carnes fartas de mujer mayor; Le imaginaba nuda en mi cama, llena de la sangre de mi padre, sonreindo orgullosa de mi hazaña, de livrarla de su cautiverio, con el goce de vida en los ojos, deseándome como suyo, hijo y amante, para alimentarme de cariño y placeres. Pero no fue así. Ella no me amaba como yo quería, imaginaba. Era una ignorante, de esas que les pegan los esposos, y dicen ser felices así. Yo le ahogué en la sangre de mi padre, para que la puta tuviera el disgusto de morirse sentindo el olor del fluido de cerdo por lo cual elegiera morir. Sin lo querer, morí en aquel día, junto a mi ingrata amada, y vago por aquí en busca de alguien que me comprenda, pero nadie es bueno el suficiente para dividir mis dolores. Pero ahora me acuerdo nuevamente, no tengo dolores, no tengo nada, yo soy nada.

5 comentarios:

  1. C. La violencia se proyecta hacia el pasado y hacia dentro. De tan extrema, llega incluso a diluirse, como pura fantasía de alguien enfermo, atacado de complejo edípico.

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  2. parricidio, incendios, cucarachas, gente como alimento para perro, narrador muerto. veo que tenemos un montón de ideias en comun :) buen cuento, saludos.

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