La verdad es que no me
gusta este taller. Lo sigo frecuentando por pura creencia de que tan pronto
entrará por esta puerta una persona cuya alma se acerca a de un guerrillero. Todos
los que acá están pueden sí ser considerados revolucionarios, pero poco hacen
en la práctica para serlo. No creo solamente en el poder de las palabras. Creo
también en la lucha armada. Escribo poemas en homenaje a las hermana Garmendia. Sueño
en irme a Cuba con ellas. Me llamo Alberto Ruiz-Tagle, aun vivo en Concepción,
sur de Chile.
Interesante que el relato se quede en la inminencia. Todo puede pasar, en concepción, Chile, en 1973.
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