lunes, 5 de noviembre de 2012

Al despuntar del sol, los primeros síntomas de vida aparecen en el césped mojado, como un niño desperezandose al despertar, como que sin prisa.
Sus brazos toman formas complejas, distinguindo poco a poco los dedos del codo, haciendo movimientos ruidosos al tocar del viento, como una bailarina al sonar del violín.
Hojas se despegan y van al encuentro del agua del río, donde el toque es casi una carícia, el murmullo casi un susurro de enamorados. Los pájaros cantan para acompañar la sinfonía del ambiente y para disfrazar el tono sombrío y melancolico de ahí. Su canto es casi como un grito de vida en medio de un mar de muerte.
el árbol que crescia tan agradeblemente, del dulce de la juventud, ahora envejece y mira sus hijos, las hojas partieren, abandonando su nido, lo dejando solo y desnudo, y su tristeza era algo inevitable.
el aire respiraba melancolía y soledad y un qué de desagradable, como una sensación de peligro, de muerte.
De la ventana del caserío los ojos cadavericos de un anciano miraban la higuera morriendo poco a poco como una víbora mira su presa ahogandose en su propia frustración de vida.
Una sonrísa de niño travieso le molda la faz arrugada. Eso era sólo el início.

(Grazi, Elys)

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