En este momento solo pensaba en una cosa: salir sin rumbo para un
lugar afuera de aquella confusión. Estaba cansado de todo. Su vida, su trabajo,
las personas. Quería un lugar agradable lejos de la ciudad amurallada, con poco
tráfico y amplias villas que dejaban venir los jardines hasta las aceras.
Pensó un rato… Estaba con un profundo disgusto de su vida. Pero se
decidió…
Ahora iba en dirección a ese lugar: era un parque. El lugar
perfecto junto a naturaleza, con rincones, fuentes, jardines floridos y pájaros
cantando. Era mágico y era todo lo que necesitaba. Estaba en el cielo. Por lo
menos en el aquel momento. Tal vez su involuntario relajamiento le impidió
prevenir el encuentro. Algo que temía y que intentaba olvidar. Era alguien de
su pasado que dejó una gran decepción. Recordó de todo y cuanto más pensaba
menos conseguía hacer. Cuando vio que la persona ya estaba cerca era tarde para
soluciones fáciles o para huirse de allí...
Buena solución: el encuentro actúa como el accidente. Frente a la búsqueda de una paz que se escapa, frente a la fuga que parece que va a ser lograda, aparece un elemento negativo que rompe el encanto. En el cuento de Cortázar es el choque; aquí también, el choque con el pasado. Quizá se trate de la misma (aterradora) persona del cuento de Grazi,
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