martes, 23 de octubre de 2012

La desconocida

  Ya no aguantaba más quedarse sentado enfrente a la compu. Se dijo que no adelantaba seguir trabajando cuando el trabajo no sale, lo mejor que podía hacer en ese momento era relajar un poco y más tarde volver. Entonces se permitió salir a caminar en esa tarde interminable.
  No solía salir a caminar sin rumo, pero necesitaba esparcir. Recordó que leyó una vez que Freud también salía a caminar para oxigenar el cerebro y así se permitió salir. Bajó los cinco pisos en el ascensor, miró al portero pero ninguno de los dos se cumplimentara. Él no era un muchacho muy simpático, pero no era mal educado solo un poco introspectivo. Cuando terminó de decir esto en pensamiento se rió solito y complementó: ¿introspectivo? tú eres un viajero, siempre tan distraído con tus propios pensamientos disparates que no se socializa.
  Siguió a la derecha porque por la izquierda venía un conocido y no estaba dispuesto a charlar con nadie en ese momento. Después de caminar unos minutos ya se sentía mejor. A veces miraba algunas vitrinas y pensaba ¡cuánta futilidad existe en esa vida! Un poco más adelante una pareja discutiendo, intentó parecer interesado en algo del otro lado. Pero cuando pasó enfrente a la chocolatería se fijó y le gustaría comer un chocolate pero sus piernas siguieron caminando.
Se aproximando al parque avistó una mujer de vestido rojo, caminando tan suavemente, tan liviana que se sintió perdidamente atraído por ella. Jamás había visto una mujer así. Empezó a seguirla instintivamente. Parecía tan serena, tan libre, tan despreocupada. Fue hacia la heladería  tomar un helado. La tarde caliente estaba mismo buena para refrescarse así. ¿Quién será ella? ¿Será que es soltera? ¿En qué trabaja? Bueno, por estar caminando despreocupadamente a esas horas, con el pelo mojado como quién acabó de salir del baño y tomar un helado, no debía trabajar. Quizás sea rica o peor, mujer de un rico. Divagaba en todas las hipótesis.
   Cuando ella salió de la heladería, él estaba tan absorbido en sus pensamientos que por reflejo se escondió en el beco al lado. Casi tuvo un infarto. Pero continuó siguiéndola. Ella volvía al parque que estaba cerrando. Ya eran casi las 18h. Mientras el guarda se distraía comunicando a un  chico que ya no se podía entrar porque él iría cerrar el portón, ella entró. El muchacho quiso aprovechar y entrar en ese momento también pero el portero le gritó que ya no se podía entrar.  Determinado a no perder esa mujer,  saltó el cercado un poquito más adelante. Jamás en su tediosa vida había hecho algo así. Corría por las trillas mirando por todos los lados buscando por ella  y no la encontraba. Cuando sin querer percibió algo rojo en la maleza al lado del lago. Se acercó  y agarró esa cosa roja descubriendo que era el vestido de la rubia doblado ahí y con sus zapatos al lado. Miró el agua del lago que aún tenía pequeñas ondas como si algo lo tuviera adentrado.

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