La desconocida
Ya no aguantaba
más quedarse sentado enfrente a la compu. Se dijo que no adelantaba seguir
trabajando cuando el trabajo no sale, lo mejor que podía hacer en ese momento
era relajar un poco y más tarde volver. Entonces se permitió salir a caminar en
esa tarde interminable.
No solía salir a
caminar sin rumo, pero necesitaba esparcir. Recordó que leyó una vez que Freud
también salía a caminar para oxigenar el cerebro y así se permitió salir. Bajó
los cinco pisos en el ascensor, miró al portero pero ninguno de los dos se cumplimentara.
Él no era un muchacho muy simpático, pero no era mal educado solo un poco
introspectivo. Cuando terminó de decir esto en pensamiento se rió solito y
complementó: ¿introspectivo? tú eres un viajero, siempre tan distraído con tus
propios pensamientos disparates que no se socializa.
Siguió a la derecha
porque por la izquierda venía un conocido y no estaba dispuesto a charlar con
nadie en ese momento. Después de caminar unos minutos ya se sentía mejor. A
veces miraba algunas vitrinas y pensaba ¡cuánta futilidad existe en esa vida!
Un poco más adelante una pareja discutiendo, intentó parecer interesado en algo
del otro lado. Pero cuando pasó enfrente a la chocolatería se fijó y le
gustaría comer un chocolate pero sus piernas siguieron caminando.
Se aproximando al
parque avistó una mujer de vestido rojo, caminando tan suavemente, tan
liviana que se sintió perdidamente atraído por ella. Jamás había visto una
mujer así. Empezó a seguirla instintivamente. Parecía tan serena, tan libre,
tan despreocupada. Fue hacia la heladería tomar un helado. La tarde caliente estaba
mismo buena para refrescarse así. ¿Quién será ella? ¿Será que es soltera? ¿En
qué trabaja? Bueno, por estar caminando despreocupadamente a esas horas, con el
pelo mojado como quién acabó de salir del baño y tomar un helado, no debía
trabajar. Quizás sea rica o peor, mujer de un rico. Divagaba en todas las
hipótesis.
Cuando ella salió
de la heladería, él estaba tan absorbido en sus pensamientos que por reflejo se
escondió en el beco al lado. Casi tuvo un infarto. Pero continuó siguiéndola. Ella
volvía al parque que estaba cerrando. Ya eran casi las 18h. Mientras el guarda
se distraía comunicando a un chico que
ya no se podía entrar porque él iría cerrar el portón, ella entró. El muchacho
quiso aprovechar y entrar en ese momento también pero el portero le gritó que
ya no se podía entrar. Determinado a no
perder esa mujer, saltó el cercado un
poquito más adelante. Jamás en su tediosa vida había hecho algo así. Corría por las trillas mirando
por todos los lados buscando por ella y no la
encontraba. Cuando sin querer percibió algo rojo en la maleza al lado del lago.
Se acercó y agarró esa cosa roja
descubriendo que era el vestido de la rubia doblado ahí y con sus zapatos al
lado. Miró el agua del lago que aún tenía pequeñas ondas como si algo lo tuviera
adentrado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario