Tarde interminable de otoño. Desde el balcón miraba al lago pintado de
pequeños colores rojizos y marrones. Se detuvo un rato. Paró ante la inminencia
del movimiento. Tenía ganas de lanzarse. Todavía pensó que sería bueno salir de
allí. Bajó las escaleras. Caminó hasta la puerta. Salió sin rumbo. Desde la
esquina miró a un cartel. Se detuvo en el durante horas, hipnotizada por aquel
mensaje. Hasta que un poco de coraje corrió por sus venas. Entró. Se sentó. Estaba
sola. Quedó ahí como dos horas y media. Muchas imágenes. Aquél horror produjo
algo en su cuerpo. Al fin salió. De sus pelos rubios escurría un líquido rojizo y marrón a la vez,
como los colores que había visto antes. Después de eso nunca más volvió...
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